El Villarreal casi se duerme
Convencido de su superioridad sobre el Torpedo, el conjunto de Benito Floro sigue adelante con ciertos agobios
El Villarreal pasó a los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA con más apuros de los previstos, a tenor del resultado de la ida en El Madrigal, a la superior calidad y experiencia de sus jugadores y a la poca pericia y pegada de su rival. Quiso matar al Torpedo a bostezos y a punto estuvo de dormirse él mismo. No valían las excusas. Ni el frío fue para tanto ni el cambio al césped artificial -la primera vez que se juega en superficie sintética en Europa en una competición oficial- resultó dramático para sus intereses.
Todo parecía cómodo desde el inicio. El Villarreal optó por adueñarse del centro del campo y esconder el arma. Sin el balón, al Torpedo pocas opciones le quedaban. No es que con él los rusos vayan sobrados de detalles técnicos, ni tan siquiera de habilidades básicas. Pero, ya se sabe, cualquier pelotazo al área, un rechace tonto, una jugada aislada, podía meter al voluntarioso equipo moscovita en el partido y la eliminatoria. Como ocurrió mediado el segundo periodo.
TORPEDO MOSCÚ 1 - VILLARREAL 0
Torpedo de Moscú: Borodin; Samusiovas, Jolovic, Lukhvich, Bugaev; Kormyltsev (Zyryanov, m. 76), Volkov, Semshov, Budylin; Lebedenko y Oper.
Villarreal: Reina; Belletti, Álvarez, Coloccini, Arruabarrena; Josico, Pere Martí; Guayre (Javi Venta, m. 26), Riquelme (Roger, m. 84), José Mari; y Anderson (Ballesteros, m. 69).
Gol: 1-0. M. 70. Semshov marca de disparo raso desde el borde del área.
Árbitro: Martín Ingvarssón, (Suecia). Amonestó a Semshov, José Mari, Kormyltsev, Oper, Belletti y Semshov.
Mil espectadores en el estadio Luzhniki. Clasificado el Villarreal por un global de 2-1.
El Torpedo, a la tremenda, con más ímpetu que claridad, comenzó a equilibrar el duelo, que en los primeros instantes, con doble ocasión incluida de Coloccini y Josico, parecía tener un claro color amarillo. Pero la crecida rusa al hilo de sus coqueteos con el gol quedó sólo en un loable acto de orgullo. El Villarreal volvió a anestesiar el choque, con Riquelme y los dos pivotes como amos del cloroformo y los demás compañeros presionando la torpe salida del esférico cuando éste pertenecía a los cándidos y algo bruscos adversarios.
El asunto siguió igual de triste en la reanudación. El Torpedo, a la voluntad con poco criterio, y el grupo de Floro, al rondo y la pachanga, con Riquelme con la cabeza agachada, sin dar bola a sus compañeros, perdiéndose en barroquismos innecesarios. Convencido de la inocencia de su rival, el conjunto castellonense se relajó y fruto de ello llegó el gol del Torpedo, que puso en peligro el pase del Villarreal, que, por falta de humildad o excesiva confianza, se complicó la vida.
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