Un gran cine bajo las estrellas
Los refugiados saharauis nunca habían visto cine en pantalla grande. A veces en televisión, ya que en bastantes haimas o en sus rústicas casas de adobe tienen televisores en blanco y negro donde suelen ver hasta culebrones venezolanos. Todo les interesa, y lo que más, las noticias transmitidas por Al Yazira. El Frente Polisario ha tenido la feliz idea de organizar el Primer Festival de Cine del Sáhara en uno de sus campos de refugiados al sur de Argelia, concretamente el de Smara, donde sobreviven unas 35.000 personas en pleno desierto, sin vegetación alguna, ni agua ni electricidad, aunque sí energía solar que saben aprovechar con sus plaquitas solares. A dicho festival hemos acudido unos 250 participantes, españoles casi todos, cumpliendo así el doble propósito del Polisario: por un lado, hacer conocer a los refugiados la existencia de otros mundos, preparándose para el día de la soñada recuperación del territorio del que fueron expulsados tras la Marcha Verde marroquí hace ya casi treinta años. Por otro lado, hacernos palpar a los visitantes en qué penosas condiciones siguen viviendo. De verdad, carecen absolutamente de todo.
Habían instalado una pantalla gigante al aire libre para las proyecciones que, durante tres noches frías y espectacularmente estrelladas, arrastraron a la población. Había también un ámbito cubierto, provisionalmente acondicionado para el cine, que se usaba en las horas de luz y de fuerte calor. En total, 21 películas de producción española, subtituladas en árabe. A su reclamo, especialmente por las noches, se arremolinaban gentes de todas las edades, en su mayoría niños y jóvenes nacidos ya en el campo de refugiados del que muy pocos han salido jamás. A muchos les divertía más el trasiego social que las películas, perplejos ante lo que estaba pasando por vez primera en aquel páramo inhumano, más aún durante estos sagrados días del Ramadán. Pero no sólo disfrutaban de la fiesta, también querían ver el cine. La primera noche, algún grupo extremista se escandalizó ante los desnudos y los juegos sexuales de Al otro lado de la cama llegando incluso a interrumpir la proyección, ante el silencioso desagrado de la mayoría (al menos así pareció). Quizás habría que haber tenido más en cuenta las diferentes sensibilidades; en cualquier caso, el Frente Polisario había dado su visto bueno a todo el programa. Cuando se proyectaron las tres películas que trataban sobre su problema, Cuentos de la guerra saharaui, de Pedro Pérez-Rosado, en estreno absoluto; Los baúles del retorno, de María Miró, y Lalila, de Silvia Munt, una bulliciosa multitud siguió las proyecciones, apretujada en la arena, soportando el frío y el viento embozados en coloridos turbantes, con la emoción de no saberse del todo olvidados.
Los organizadores del festival nos habían sugerido la donación de vídeos y DVD con los que formar un fondo cinematográfico. Hay muchachos que quieren seguir viendo el cine que se hace por el mundo externo, el auténtico... Ellos no pueden hacer el suyo, ni siquiera quienes han estudiado cine en Cuba. Allí se han ido y siguen yéndose niños saharauis de 12 años que, tras pasar otros tantos en la isla caribeña, regresan al desierto con una especialidad académica bajo el brazo. No sólo como directores de cine, médicos, maestros y abogados, sino hasta como físicos e ingenieros navales, preparados para el día en que logren recuperar ese añorado mar del Sáhara... que nunca han visto. A la espera de que tal sueño se haga carne, estos muchachos, los caribeños, deambulan por esa tierra de nadie, en la que nada hay que hacer. Sólo sobrevivir, esperar, resistir... Y desahogarse con los visitantes a los que su familia ha acogido compartiendo habitación, comida y escasez, practicando con ellos la lengua que en Cuba aprendieron, recordando aquellas ilusiones y confrontándolas con las penurias de hoy.
Los invitados fuimos repartidos en grupos de cinco por haimas y casitas al generoso cuidado de una familia. Cada cual, pues, ha tenido una experiencia propia, cada cámara fotográfica o de vídeo ha debido de recoger puntos de vista personales. ¿Por qué no agruparlos en un largo, tal como a última hora sugirió alguien? Allí estaban, entre otros, los directores Julio Medem, Javier Corcuera, Achero Mañas, Imanol Uribe, Javier Fesser, Pere Joan Ventura, Fernando Pérez, el guionista Paul Laverty, actrices, actores, periodistas, escritores... cada cual con su imagen propia. Tan diversas impresiones dieron pie a un documento espontáneo en el que se reclamaba un referéndum "libre, democrático y transparente" en cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas para la autodeterminación del pueblo saharaui, que leyó con brío la escritora Rosa Regás. Luego, Fermín Muguruza y su banda pusieron a bailar en la noche estrellada a aquellos jóvenes perdidos. A la hora de la despedida, se veía conmovidos a los visitantes diciendo adiós a sus familias, con la congoja de dejarles allí olvidados de casi todo el mundo, viviendo su quimera improbable o, al menos, muy lejana en el tiempo. No habían importado tanto las películas, los premios, la calidad de las proyecciones... El cine ha sido esta vez una buena excusa. ¡Viva el cine!
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