Cuatro artistas recuerdan a Raúl Urrutikoetxea con un libro de litografías
La obra se exhibe en Arteleku junto a piezas gráficas del pintor donostiarra
A Don Herbert, José Ramón Amondarain, Javier Balda y Alejandro Garmendia les une algo más que su condición artística y su vinculación con Arteleku. Los cuatro llevaron su relación con el pintor Raúl Urrutikoetxea (San Sebastián 1962-2002) más allá del terreno profesional y expresan ahora esa amistad en un libro de textos y litografías creado en su memoria. Arteleku muestra desde mañana esta obra junto con obras piezas gráficas del pintor.
"Yo sé que Raúl sigue vivo en el recuerdo de quienes le conocieron", dijo ayer Amaia, viuda de Urrutikoetxea. "Pero me alegra ver que hay ganas de expresarlo. Es como si con esta iniciativa se dijera que hay intención de continuar mostrando su obra". El pintor donostiarra murió en septiembre de 2002 en plena efervescencia artística. Había logrado el reconocimiento de críticos y especialistas por sus representaciones hiperrealistas de arquitecturas urbanas y estaba explorando nuevos caminos pictóricos a través de la fotografía digital. Pero una enfermedad acabó con su vida y su trayectoria, salpicada de éxitos desde sus comienzos.
Urrutikoetxea pensó en estudiar arquitectura, pero desechó la idea, según confesó, "porque no tenía capacidad para las matemáticas". Lo suyo era la pintura, así que optó por cursar Bellas Artes en Bilbao, donde coincidió con Amondarain, uno de los cuatro creadores que ahora le rinden tributo en Raúl Urrutikoetxea. Recuerdo. Memoria. Los otros tres artistas que le recuerdan se cruzaron con él en otros momentos clave de su trayectoria. Garmendia, más conocido como Sander, cuando lograba su primer reconocimiento; él y Urrutikoetxea fueron los primeros artistas becados por la Diputación foral de Guipúzcoa para asistir al taller de litografía de Don Herbert, la tercera conexión de un círculo que se cierra con Balda. "Su relación se estrechó en los últimos años porque coincidieron en la misma galería", explica el director del centro artístico Arteleku, Santi Eraso.
Una carpeta negra
Esta cadena de relaciones personales ha alumbrado un libro -una carpeta negra con el nombre de Urrutikoetxea en la portada-, en el que cada artista muestra su lado creativo más personal. Tras las cuatro litografías no se esconden retratos del homenajeado, ni referencias a su pintura. Al contrario que en los textos -en euskera y castellano-, donde sí asoman las alusiones personales. Algunos, como Don Herbert -que cita a Amaia y a Pablo, el hijo del pintor donostiarra,- no lo ocultan. Otros dejan espacio para la interpretación. "Sin tiempo que perder", escribe Balda, como si hablara del futuro que la muerte negó a Urrutikoetxea.
El libro se expone desde mañana en la sala de exposiciones de Arteleku, centro en el que el pintor trabajó en sus comienzos. "Luego volvía de vez en cuando pero siempre estuvo muy vinculado con nosotros a través del taller de Don Herbert", explicó Eraso.
Este artista marcó la trayectoria gráfica de Urrutikoetxea, que también aparece en la exposición de Arteleku. De las paredes de la sala cuelgan una veintena de litografías de arquitecturas urbanas que realizó entre 1987 y 2001. Los mismos motivos que inspiraron sus cuadros, también fueron el germen de su obra gráfica, como puede verse en Arteleku: los puentes de San Sebastián o Portugalete, el edificio del Náutico de la capital donostiarra, las escaleras de acceso a la playa de la Concha... El artista siempre buscó ángulos singulares de lugares reales, hasta convertirlos, en ocasiones, en rincones anónimos. "El arte, que algunos dicen que no sirve para nada, es una forma de apreciable libertad", dijo en una ocasión. Los homenajes a su figura se suceden y su viuda y amigos trabajan con las instituciones para organizar una gran una exposición antológica, previsiblemente en el Kursaal.
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