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Columna
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¿Pactos?

Que CiU con menos votos tenga más diputados que el PSC en el Parlamento Catalán, y que eso no sea nuevo (ya ocurrió en el 99) recuerda, por lo menos a los valencianos de la provincia de Castelló, que algo parecido a esto viene ocurriendo allí desde que celebramos elecciones a Cortes Valencianas, pues un partido con más votos no obtiene diputado, y otro con menos, sí.

La cláusula de cierre que excluye del reparto de escaños en las tres circunscripciones valencianas a aquellas listas que no superen el 5% del total de los votos emitidos en el conjunto, dejó fuera a fuerzas significativas, como el BNV y UV en las dos últimas convocatorias, a UPV en el 95, a ésta y al CDS en el 91, y a UPV y PDL en el 83. Su exclusión provocó que, al menos en la circunscripción de Castelló, fuerzas que habían sumado menos votos que las excluidas obtuviesen representación (esto ocurrió con la Entesa en el 2003, con EU en el 99 y 91, que quedaron por detrás del BNV, pero obtuvieron un diputado; y con UV en el 95, que quedó por detrás de UPV-BN pero obtuvo un diputado); todo ello, porque habían superado el 5% en la CV.

Para tener una idea cabal de lo que significa una cláusula de ese tipo, nada menos que ERC se habría quedado fuera del reparto en las autonómicas del 84 y del 88, pues no llegó a sumar el 5% (4,4% en el 84 y 4,2% en el 88).

Independientemente de lo imperdonable que resulte para los líderes políticos de esos partidos quedarse a décimas de superar el listón, y teniendo en cuenta que para algunas fuerzas políticas acaba por constituir un golpe que las deja fuera del mercado político (le ocurrió al PDL en el 83, al CDS en el 91, a UV ahora mismo, y....) no es ocioso señalar -y no es la primera vez que sostengo esta tesis- que las minorías, ante cláusulas de este tipo, o sistemas electorales restrictivos deben usar la imaginación y aprovechar los medios que el sistema pone a su alcance para, por ejemplo, poner los números en común, que no los programas, contra el sistema electoral, porque es más injusto y menos presentable que se apele a él como lo que hay, así, sin más, que los pequeños encuentren modos de sacar el pertinente provecho de esa injusticia; que, por cierto es mucho mayor para las generales.

Quiero recordar, por ello, que ante las generales del 2000, sugerí (no por ser partidario de ello sino por verlo justo) que una alianza entre EU y la UPV hubiera permitido a EU obtener un diputado por Alicante con la suma, y a UPV tenerlo en Valencia, y que el pudor que se exponía frente a las diferencias ideológicas o de programas podían ser superadas simplemente, por una unión de conveniencia electoral, que no sólo está amparada por el sistema sino que el propio sistema invita a ella.

Cuando ahora, cuatro años después, los dirigentes del BNV y de EU se toman en serio hablar para las próximas generales, sólo se me ocurre recordar que como alianza contra el sistema electoral no dejaría de ser una pequeña genialidad, que, no obstante, se puede convertir en tragedia si, sobre todo el BNV, no miden bien el alcance de esa convergencia.

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La última vez que los nacionalistas decidieron acudir a una elección con EU, que fue en las autonómicas del 87, los números funcionaron muy bien, pero las consecuencias fueron fatales para UPV (¡una escisión y dieciséis años a la intemperie de las Cortes Valencianas!), porque ¡ay! se fueron más allá de un pacto contra el injusto sistema electoral.

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