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Reportaje:

Vacío en la jaula

La ausencia de 'Copito de Nieve' crea nerviosismo entre las cinco hembras del grupo

Clara Blanchar

Excitación en el habitáculo de Copito de Nieve. Cansancio y tristeza entre los empleados del parque. Extraña tranquilidad en el recinto. Así transcurrió ayer la jornada en el zoo de Barcelona. Son las distintas caras del día después a la muerte del gorila blanco.

En casa de Copito, el ambiente anda un tanto revolucionado. El vacío dejado por la muerte del macho causa incertidumbre. Las tres nietas del gorila se han lanzado al desmadre. "Están imposibles", reconocía ayer la responsable de investigación del zoo, Carmen Maté. Salta a la vista. Desde que el abuelo no está, Nimba, Batanga y la benjamina, Muni, juegan "de forma más brusca, con mayor intensidad". Parecen muelles. Saltan, corretean y se persiguen con una agilidad que da envidia.

Quien debería poner orden en el ahora matriarcado es Virunga, la hembra dominante que sustituirá a Copito en el rol de jefe del grupo. Pero Virunga aún no tiene del todo claro su nuevo papel. ¿Y si el macho apareciera de nuevo? Sólo cuando tenga la certeza de que no lo hará mostrará enteramente su autoridad. "Se ha hecho con el territorio del vestíbulo y está pendiente de lo que pasa", relata Maté. Además, en cualquier caso, "las hembras siempre ejercen el poder de forma más sutil. Los machos son más contundentes, más explícitos". La estrategia de Virunga, pues, pasa por ir poniendo al resto del grupo poco a poco en su sitio.

La otra hembra, Machinda, también espera y está pendiente de la eventual vuelta de Copito. Pero sus razones son otras, y es que el gorila blanco y ella nunca se llevaron del todo bien. "Quiere saber si la pauta ha cambiado", explica Maté.

Éstas son las primeras observaciones de los responsables y cuidadores de los primates del zoo de Barcelona sobre la actitud de las dos hijas y las tres nietas ante la ausencia de Copito tras su muerte, ocurrida el pasado lunes a causa de un cáncer de piel. De momento, no han notado ningún cambio en la alimentación ni en otros aspectos que pudieran ser palpables a tan corto plazo, como alteraciones en el sueño.

Sin embargo, Carmen Maté explica que las consecuencias no se podrán calibrar hasta más adelante, cuando se haya realizado "un seguimiento a largo plazo". "Con los gorilas cuesta mucho identificar expresiones como la depresión, mucho más que, por ejemplo, con los chimpancés", señala esta experta que dedicó su tesis doctoral a los primates. Las excepciones a esta inexpresividad de los gorilas del zoo son contadas. Entre éstas, Maté recuerda la tristeza y el "abatimiento" que manifestó el propio Copito de Nieve cuando falleció Ndengue, una de las primeras hembras con las que convivió.

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Quienes sí han mostrado su tristeza por la muerte de su Copi han sido los empleados y cuidadores del parque zoológico. "Estamos todos muy tocados, y los cuidadores mucho más". A la responsable de investigación del zoo se le humedecen los ojos cuando pronuncia estas palabras. No es la única, aunque el personal del zoo evita hablar del tema ante la prensa. "Pero no sólo porque fuera Copito, sino por los años que llevaba aquí y porque ha sido un animal muy social, que enseguida se hacía con todo el mundo", prosigue Maté.

El cuidador Manuel Velasco se refería también a la edad del gorila blanco, antes de su muerte, como circunstancia que reforzaba su vínculo con el parque. "Le tenemos un cariño especial, como a todos los animales viejos del zoo", decía. Cuando se le preguntaba cómo afrontaría el duelo, señalaba: "Por suerte tenemos muchos más animales que cuidar".

Pese a todo, los empleados del zoo subrayan que la larga enfermedad de Copito les ha permitido hacerse a la idea de su muerte. Otras veces no tuvieron tiempo. El final de Urko, el carismático hijo de Copito, lo tienen grabado en la memoria. El divertido gorila -que vivía en la jaula que hay frente a la de su padre e interactuaba constantemente tanto con los visitantes como con el personal del parque- murió por sorpresa un domingo por la mañana, hace sólo unos meses. Su muerte cayó como un mazazo. "Y no avisó", recordaba ayer un alto cargo del zoo.

Esta tristeza contenida podía mascarse ayer en el zoo. Aparte de una escueta nota informativa en las taquillas y la ausencia efectiva del gorila albino, no hubo otros signos palpables de la noticia que el lunes conmocionó a la ciudad. Y sin embargo, se palpaba ese silencio del duelo, denso, que casi se puede cortar. Sólo una señora se acercó el lunes por la tarde hasta el edificio de la dirección del complejo con un ramo de flores. "Esperábamos algo más. No sé, pero algo", manifestaba con sorpresa Jesús Cervero, un turista de Zaragoza que visitó el zoo con su familia.

En el zoo esperan a que pasen unos días para volver a la normalidad. En una semana, Copito ha aparecido más de 500 veces en los medios de comunicación españoles. Sin contar con las noticias de ayer. Ahora es el momento de atender a la prensa extranjera y de responder a las muestras de solidaridad de decenas de zoológicos de todo el mundo.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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