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Reportaje:

Venganzas mortales

Los asesinatos por ajustes de cuentas entre delincuentes extranjeros colocan a la policía ante un reto sin precedentes

Francisco Peregil

Hace más de un mes fueron hallados en la planta de residuos sólidos de Casares (Málaga) restos del cadáver descuartizado de un ciudadano sueco de 34 años que tenía antecedentes por tráfico de droga. A las pocas noches, en un contenedor de basuras de Marbella, aparecieron la pierna y el brazo del mismo hombre. La policía aventuró que se trataba de un ajuste de cuentas. Pocas veces se llega a saber más. Tiros en plena calle a las siete de la tarde. Y sangre en la acera. Son los ajustes de cuentas entre bandas de delincuentes extranjeros. Se perpetran sobre todo en Madrid y en la Costa del Sol.

En febrero, en la cuneta de la carretera que va de Madrid a Valencia, se localizó el cadáver de un colombiano con un tiro en la cabeza. Cuatro días después dos búlgaros fueron ametrallados en Madrid por otros dos compatriotas armados con Kaláshnikov. Al mes siguiente tres colombianos fueron encontrados muertos a balazos en un sembrado de Villanueva de Perales. En abril, dos barrenderas de Getafe hallaron el cuerpo de un colombiano decapitado, sin brazos ni piernas, envuelto en bolsas de basura en un contenedor.

"Los testigos del crimen suelen seguir andando sin mirar a los asesinos y no denuncian"
"Por menos de 3.000 euros hay quien acepta matar a una persona", afirma un policía
"¿Cuántos cadáveres de gente 'ajusticiada' habrá por ahí sin que los policías lo sepamos?"

En julio, un rumano murió de dos disparos en la cabeza mientras estaba en el sofá de su casa. Días después, un colombiano falleció en Carabanchel. Sus verdugos le habían desfigurado la cara y quemado los genitales. En agosto, otro colombiano falleció al ser arrojado desde un sexto piso en Leganés. Ese mismo mes, en otro barrio madrileño, un colombiano de 32 años murió de dos disparos en la cabeza. Ajustes de cuentas.

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Hasta el 15 de octubre murieron 90 personas asesinadas en la región de Madrid: 53 eran extranjeros. Y once eran colombianos. La policía calcula que al menos 20 de estas 53 muertes tienen como origen un ajuste de cuentas. El decorado de las escenas de venganza entre delincuentes se ha vuelto más real que nunca. En plena calle y a pleno día.

La investigación de los homicidios en Madrid corren a cargo de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, cuyo máximo responsable es Miguel Ángel Fernández Rancaño, quien a su vez depende del Delegado del Gobierno, Francisco Javier Ansuátegui. Fernández no atiende las reclamaciones de la prensa a este respecto. En el gabinete de prensa aseguran que hay más de ocho peticiones de distintos medios intentando escribir sobre los ajustes de cuentas. Pero las instrucciones hasta el momento son que no se habla de ese tema.

Un antiguo jefe policial en Madrid, activo hasta hace pocos meses, recuerda que cuando él investigaba estos temas la mayoría de los ajustes se producían entre colombianos. "Siempre se daba entre traficantes de un tercer y cuarto escalón de droga. Por un quítame allá 10 o 15 kilos de cocaína", recuerda la citada fuente.

Varios comisarios de la Comisaría General de Policía Judicial (la brigada central) señalan que a veces la muerte es por menos cantidad, por unos tres o cuatro kilos de cocaína, que en Colombia cuestan unos 18.000 euros y en España entre 90.000 y 120.000 euros. "En la mayoría de los casos la víctima se quedaba con el polvo o con el dinero", recuerda el antiguo jefe policial de Madrid. "Los asesinados habían sufrido un secuestro de baja intensidad. Si aparecía el material, soltaban al fulano. Y si no, se lo cargaban". El citado agente asegura que es necesario viajar a Colombia para darse cuenta de "lo poco que vale la vida allí". En Colombia se produjeron en el año 2001 más de 35.000 muertes violentas y más de 2.000 secuestros.

Pero la embajadora de Colombia en España, Noemí Sanín, advierte: "El hecho de que en Colombia haya un grupo de delincuentes que no respeta la vida y el que hayan venido unos cuantos malandros colombianos a no respetar la vida en España no significa que para los colombianos la vida no sea sagrada". Sanín cree que algunos policías cometen una "generalización torpe e injusta" cuando declaran que en Colombia la vida vale poco. "En España me he encontrado con una mayoría de personas que aprecia la inmigración como una fuerza de trabajo necesaria para seguir creciendo. Y una minoría xenófoba que confunde inmigrantes con delincuentes", señala Sanín. Ésta recuerda que en España hay unos 380.000 emigrantes colombianos. "Nosotros creemos que debe existir una tolerancia cero con la delincuencia, venga de donde venga", aclara la embajadora.

Los agentes españoles, por su parte, reclaman una reforma de la ley para luchar contra la impunidad con que los sicarios se atreven a matar en plena calle. "Los testigos que pasan en el momento del crimen por la calle suelen largarse. No quieren que los asesinos se queden con sus caras. Y, por supuesto, no esperan a la policía para testificar. Los que se paran son los que llegan después, pero no han presenciado el crimen", señala un comisario jefe de la Policía Judicial de Madrid.

"Y cuando por fin alguien ha presenciado un asesinato de éstos en plena calle y se decide a ir de testigo... la verdad es que son tantos los inconvenientes que les acarrea que la gente desiste", continúa la citada fuente. "Porque te hacen ir varias veces a las ruedas de reconocimiento. Y después al juicio. Tu nombre va quedando por ahí en los documentos. Y a pesar de que muchas veces se declara el secreto de sumario, al final, ni secreto ni nada. Hay ocasiones en que los nombres terminan filtrándose y los testigos reciben llamadas intimidatorias en sus casas. Todo eso, a cambio de nada. ¿Cree usted que va a haber muchos testigos dispuestos a declarar?", pregunta el citado mando de la brigada central.

"Otras veces es el propio amenazado quien acude a nosotros en busca de protección", añade. "Suele ser un narco que se ha quedado con la mercancía. Él suele negarlo, claro. Entonces yo les pido siempre lo mismo: 'Dígame la verdad de la verdad. Ya sé que por escrito nunca me va a confesar lo que ha hecho. Pero tengo que saber a qué estamos jugando. Dígame con cuánto material se ha quedado'. Y entonces el tipo, implícitamente, lo reconoce. A partir de ese día, nosotros le organizamos la vida. Le decimos a qué sitios tiene que ir, cuántas visitas ha de hacer y a qué hora. Y si salen bien las cosas, conseguimos lo que queremos, que es detener al resto de la banda", indica el citado investigador.

Pero hay ocasiones en que los parientes de la víctima prefieren no reconocer al autor por temor a las represalias o porque las está preparando. "Yo he visto con mis propios ojos cómo un muchacho suramericano no quería identificar al que había matado a su acompañante. Y después me enteré de que el muchacho era el hijo del que habían matado", señala un agente.

Los policías aseguran que las bandas de narcotraficantes agotan todas las posibilidades antes de matar: "La muerte no produce rentabilidad a las bandas. Antes de matar a quien se ha quedado con alguna partida suelen dar varios avisos. Y, al final, si quieren que el asesinato sea ejemplarizante, se lo cargan en plena calle y a la luz del día. Otras veces, no. ¿Cuántos cadáveres de gente ajusticiada habrá por ahí de los que no sabemos nada?".

Para un jefe de Delincuencia Internacional de la Costa del Sol, los sicarios más crueles son los que proceden de la Europa del Este. "Una organización española te mata a alguien; pero rara vez nos encontraremos a alguien que además de matarlo, lo violan o abusan de sus hijas o mujeres".

Sin embargo, los comisarios de la Policía Judicial de Madrid opinan que los más sanguinarios son los matones de Colombia. "Es que en Madrid puedes encontrar colombianos que por 3.000 euros están dispuestos a matar a un tío. Ya ves, por 500.000 pesetas. Aunque el precio varía en función de la protección que tenga la víctima. A veces se paga hasta cinco millones de pesetas".

"Y a veces el sicario se equivoca", confiesa un comisario de la Policía Judicial. "Te dice que fulano es un soplón, un sapiador, como les llaman en Suramérica. Y no es cierto. Nosotros sabemos quiénes son nuestros confidentes, pero el tío insiste en que se va a cargar a mengano de tal por sapiador y no hay manera de quitarle eso de la cabeza".

Se equivoquen de víctima o no, sus querellas se siguen resolviendo a tiros.

Un italiano muerto en una cafetería de Marbella el año pasado como consecuencia de un ajuste de cuentas.
Un italiano muerto en una cafetería de Marbella el año pasado como consecuencia de un ajuste de cuentas.PEPE SÁNCHEZ

Un mundo más complejo

El mercado de la droga origina la mayor parte de los ajustes de cuentas. Y tantas han sido las traiciones y las jugarretas, tantos los soplos, los impagos y los robos que se han dado entre los propios narcotraficantes que el proceso de compra y venta se ha vuelto mucho más complejo.

"Ahora sólo falta la presencia de un notario entre los malos", señala un experto policial en delincuencia internacional de la Costa del Sol.

"Antes tú podías bajar de Madrid a Málaga con un coche. Yo cogía tu auto, lo cargaba de chocolate (hachís) y te lo devolvía con la mercancía. Pero la gente empezó a poner aparatos de localización por satélite en los coches para ver dónde los escondía el otro. Y después lo desvalijaban. Así que las cosas se complicaron".

"Ahora tú me das el coche donde te tengo que cargar el hachís; yo lo aparco en la puerta de El Corte Inglés. Con otro coche voy a mi almacén, saco mi mercancía, llego a la puerta de El Corte Inglés y la traspaso. Jamás podrás saber tú adónde tengo la mercancía. Con lo cual, la organización se obliga a tener más gente interviniendo y, por tanto, hay más gente capaz de traicionar y quedarse con la pasta".

Por eso, en la Costa del Sol ya se han habituado a escenas que antes sólo se veían en el cine. "Empezaron los italianos hace unos diez años. Los desajustes que tenían Italia los dirimían aquí. Y se llegó a ver a tres italianos en un pizzería. De pronto, uno se levantó, fue al coche, volvió con una pistola y mató a los otros dos".

"Después empezaron las reyertas entre franceses de origen magrebí, entre británicos y después entre europeos del Este", concluye el agente.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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