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Columna
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Las navidades

La imagen es fundamental en el nuevo Ayuntamiento de Madrid. El equipo que preside Alberto Ruiz-Gallardón tiene la consigna de cuidar hasta el último detalle de trascendencia pública en el intento de transmitir la idea de modernidad, eficacia y cohesión interna. Un objetivo para el que consideran imprescindible el marcar en lo posible la diferencia con la anterior Administración regentada por José María Álvarez del Manzano. Apenas llevaban unas semanas acomodados en la plaza de la Villa y ya habían desarrollado un nuevo diseño de cartelería para las obras municipales. Un nuevo look que parecía rejuvenecer al oso y al madroño.

El estilo pretendidamente señorial de Ruiz-Gallardón impregna sus comparecencias ante los medios de comunicación en abierto contraste con la informalidad militante de su predecesor, que le daba vidilla a la crónica municipal cada vez que sacaba los pies del tiesto. Esa forma de proceder solía alcanzar el punto cenital en las fiestas navideñas. Eran fechas en las que brillaba con luz propia el político almibarado y su entrañable afición canora. Para los gallardines, semejante comportamiento sólo tiene un apelativo, el de caspa, y están obsesionados con cambiar de champú. De momento, no esperen revivir aquellos villancicos apoteósicos que se marcaba el bueno de don José María en la inauguración del mercadillo de la plaza Mayor. Una enternecedora ausencia de sentido del ridículo que prologaba la Navidad con el despiporre general. Ruiz-Gallardón no va a cantar; es más, su timidez patológica no le permitiría entonar una sola nota aunque tomara clases en el conservatorio. Tengan por seguro que en el acto inaugural tampoco se dejará acompañar por una folclórica como su predecesor acostumbraba, y acudir con Baremboin quedaría un poco raro. Así que irá con alguno de los suyos, si es que va. Pero no será ese trance el único signo externo de transformación que los nuevos mandatarios de la Casa de la Villa impondrán a la Navidad en Madrid. El propio mercadillo de las figuritas y los espumillones que se mantenía inalterable desde hace décadas, será distinto. Las casetas que siempre fueron blancas, serán teñidas de rojo, supongo que para hacer juego con la fachada enladrillada de la plaza, y su disposición ya no será en hilera, sino en cuadrilátero, con el fin, según dicen, de favorecer la evacuación. Dos grandes chorradas, a juicio de quienes les precedieron, que marcarán la diferencia. Como la marcarán los dos belenes que instalarán allí, uno recién adquirido por el Consistorio y otro cedido por la Comunidad de Murcia, ambos en detrimento del que montaba la Asociación de Belenistas, cuyos miembros hablan pestes del nuevo alcalde. Con ser significativas, estas alteraciones son menores comparadas con el cambio de estilo que supondrá la implantación de las microlámparas que caracterizan la Navidad en París o Nueva York. Más de medio millón de esas bombillitas están comenzando a instalarse en calles y plazas formando guirnaldas colgantes. La idea es dar al alumbrado navideño mayor homogeneidad y, sobre todo, un toque de elegancia que huya de la iluminación verbenera y recuerde a las capitales europeas. Algunos detractores del alcalde le acusan de ser un estirado que pretende adornar Madrid como si fuera Salzburgo, y los maliciosos piensan que tendrá un familiar o un amigo en la empresa de Puente Genil que fabrica las nuevas bombillas. Esas microlámparas alumbrarán las batallas que el Ayuntamiento se propone librar por la reconquista de las aceras. Es la guerra contra los manteros, que no será una conflagración menor. Las operaciones policiales llevadas a cabo para atajar esa modalidad de venta ilegal apenas han logrado frenar su espectacular incremento. El alcalde Ruiz-Gallardón se ha comprometido con los sectores perjudicados a que la presencia del top manta en el centro de la ciudad durante las navidades sea nula. Un compromiso que choca con los planes de las mafias que controlan ese negocio y que tienen el decidido propósito de inundar Madrid de manteros durante las próximas fiestas. Ganar esa guerra ha de ser prioritario para el Ayuntamiento de Madrid. Qué imagen proyectaría la Navidad de Gallardón si cuelgan arriba bombillitas a la europea, mientras, abajo, las aceras parecen un zoco berebere.

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