Fado amoroso
Nació casi con la revolución de los claveles, en un pueblo al norte de Lisboa, alejada de los ambientes fadistas del Barrio Alto o Alfama. Y, aunque creció escuchando a cantantes de jazz y brasileñas, es, sin discusión, una de las grandes voces del fado actual. Cálida, con una gran limpieza y claridad en la emisión.
Cristina Branco hizo varias alusiones al idioma portugués. "Las palabras son el vehículo mayor de la cultura portuguesa", llegó a decir. Para ella, la palabra ha sido siempre lo más importante. No los trucos escénicos, a los que renuncia, pudorosa e íntegra. Habló de la riqueza de la lengua portuguesa y de sus vínculos culturales con Brasil. Fue justo antes de Soneto da separação, el poema de Vinicius de Moraes -"de repente, de la risa se hizo el llanto"- al que ya puso música Jobim y ahora Custódio Castelo.
Cristina Branco
Cristina Branco (voz), Custódio Castelo (guitarra portuguesa), Alexandre Silva (guitarra acústica) y Fernando Maia (guitarra bajo). Mostra Portuguesa. Centro Cultural del Conde Duque. Madrid, 20 de noviembre.
La acompañaban las tres guitarras de la formación clásica del fado. En la portuguesa, de timbre melancólico, está Custódio Castelo, en quien se apoya Cristina Branco. Unidos como dos siameses. El guitarrista y compositor se encarga de musicar los textos que ella elige de poetas contemporáneos como David Mourão-Ferreira, Sophia de Mello Breyner o Pedro Homem de Mello. El resultado es un fado de melodías y armonías refinadas. Sutilmente renovado.
Cristina Branco termina siempre con Meu amor é marinheiro, de Manuel Alegre y Alain Oulman, la historia de la mujer que se queda mientras su marinero parte.
A la salida del concierto sus discos se vendían como rosquillas. El fado tiene público en España y un puntal en Cristina Branco.
Babelia
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