La boda
Me parece bien que el Príncipe quiera convertir en su esposa a una mujer casada por lo civil y divorciada. Me parece perfecto que se haya enamorado y quiera casarse con ella por amor, aun cuando no sea de sangre real. Un 10 por don Felipe, que ha sabido anteponer el amor incluso arriesgándose a que los ciudadanos de España no estén de acuerdo.
Lo que no me parece bien es la actitud de la Iglesia católica cuando su representante dice que no ponen ninguna objeción a que haya estado casada por lo civil y divorciada. ¡Que no pasa nada! O sea, que no pasa nada porque estamos hablando de una persona que se va a casar con el Príncipe, y a mí, que me casé por lo civil con 17 años y me separé y divorcié como dice la ley, al pretender casarme por la Iglesia católica cuando tenía 37 años con un hombre maravilloso, todo eran pegas, hasta pedir una súplica al obispo de Jaén para que me autorizara a casarme (por el precio de 20 euros, todavía guardo el papelito sellado por el Obispado), ya que, según ellos, al casarme en su momento por lo civil había renunciado a la Iglesia católica. Entonces, yo me pregunto: ¿Por qué mide con distinto rasero la Iglesia católica a la gente que llega hasta ellos?
Mi deseo es felicidad para esta real pareja. Pero mi llamada de atención quiero que sea para que todos los ciudadanos de España, tengamos la misma forma en el trato que se ha tenido con doña Letizia Ortiz Rocasolano por parte de la Iglesia católica.
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