_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El sexo del príncipe

En el Reino Unido se preocupan por el sexo del príncipe. Príncipe viejo: rijoso por las conversaciones telefónicas con una amante casada ("Me gustaría ser tu támpax"), tal vez con tendencia bisexual por lo que se cuenta del ardor de su mano de fino Windsor sobre un criado gordezuelo; y es también ampliamente cornudo, por lo que su esposa Diana no ocultó, y por ello fue aclamada por el pueblo a su muerte. Quien conozca la historia de las casas británicas no puede ignorar que ni uno solo de sus vástagos ha sido casto, que el picor de su sexo ha provocado cismas mundiales, y el hacha de la Torre de Londres funcionó principalmente por cuestiones sexuales y amorosas. Como todos: como el Renacimiento, como el papado. Lo de ahora es suave, más metido en las costumbres de la burguesía mundial, y a las personas bienpensantes como yo les tiene sin cuidado lo que hagan con sus cositas y dónde las coloquen: soy partidario de la casa de cristal en la que no haya secretos, porque todo sea admitido y libre. El Palacio de Oriente ha traslucido todo. Véanse los libros de los hermanos Bécquer, las crónicas novelescas de Valle-Inclán, los episodios de Galdós, y algunos periódicos que son base del conocimiento científico de la época: Fray Lazo, La Traca, El Motín... El problema de las casas reales no son sus colchones, sino que reinan, se transmiten misteriosos genes de poder, fulminan a los demás, besan las manos de los obispos (el martes, el Príncipe de aquí y su padre, en la Almudena, celebrando el aniversario del Papa, besaron la mano del cardenal Rouco). El problema es la institución. Sus orgasmos son beneficios legítimos.

(Se puede y se debe leer La nature du prince, de Roger Peyrefitte -autor que fue llamado en Francia "el papa de la homosexualidad"-, pero no se encontrarán ejemplares. Versa sobre el aparato sexual y su uso por parte del duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga. Véase Valle, claro, El ruedo ibérico. Y Galdós... todo. Para la monarquía británica hay muchos libros sobre Jack el Destripador en los que se dice que era el hermano menor del príncipe de Gales. Aquí se ha hablado mucho del pobre don Francisco de Asís, que debía ser sobre todo un caso teratológico. "Doña Paquita", le llamaba Isabel, que se resarcía, dicen, hasta con Galdós, a quien le gustaban opulentas, como la Pardo Bazán). (En realidad todos estos afanes de goce de la carne y el espíritu quedarían mejor en el exilio, como todo lo demás).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_