Miles de italianos despiden a los 19 muertos en Nasiriya
Centenares de miles de ciudadanos despidieron a los 19 italianos muertos el pasado miércoles en un cuartel de Nasiriya (sur de Irak) a causa de un atentado. La ceremonia del adiós comenzó el lunes, con una capilla ardiente ante la que desfilaron más de 300.000 personas, y concluyó ayer, jornada de luto nacional, con un servicio fúnebre en San Pablo Extramuros, la mayor basílica de Roma.
La matanza de Nasiriya causó una extraordinaria explosión de emociones en Italia. En parte, porque el Ejército no había sufrido un golpe tan duro desde la II Guerra Mundial; en parte, porque 12 de las víctimas pertenecían a los carabinieri, una institución policial muy presente en la vida cotidiana del país; y en parte, porque fue consecuencia de una guerra impopular, que desde el principio abrió una herida en la sociedad.
Las escaleras del llamado Altar de la Patria de la plaza Venezia, en Roma, se cubrieron el lunes de ramos, notas y ofrendas que reflejaban la división de opiniones dentro del dolor común. Algunos textos pedían la inmediata repatriación de los más de 2.000 soldados que están en Irak. Otros se referían a una "misión heroica" que debía proseguir hasta el final. En la larga cola para desfilar ante los féretros se reavivaba el mismo debate, en voz queda. La capilla ardiente estuvo abierta 24 horas, y nunca dejó de fluir el público.
Los féretros, cubiertos con banderas italianas, fueron trasladados ayer hacia San Pablo Extramuros en una comitiva fúnebre que atravesó el corazón de la Roma imperial. A las 11.30, cuando comenzó la misa, se hizo el silencio en todo el país. Los centros de trabajo y las escuelas pararon 10 minutos, el comercio se interrumpió, la gente se detuvo en las calles. El Ayuntamiento de Roma, que pidió a los ciudadanos la máxima participación en la ceremonia, hizo gratuito el transporte público para facilitar una asistencia masiva. Decenas de miles de personas se congregaron a las puertas de San Pablo.
Momentos de tensión
En la basílica se hizo lugar para 4.000 personas. Hubo momentos de tensión antes del comienzo del servicio religioso, porque las familias de los muertos se sintieron marginadas: en primera fila habían sido acomodados los representantes del Estado y de la clase política. La colocación de asientos en un lateral, muy cerca de los féretros, permitió que los familiares dispusieran de un puesto de honor.
El presidente de la Conferencia Episcopal italiana, cardenal Camillo Ruini, se refirió en la homilía a los autores de la matanza: "No huiremos de ellos; al contrario, les haremos frente con todo el coraje, la energía y la determinación de que somos capaces. Pero no les odiaremos". Ruini recordó a los fallecidos por sus nombres de pila. Al concluir, el público rompió a aplaudir. Tras la ceremonia, los cuerpos de los 12 carabinieri, cinco soldados y dos civiles (un productor cinematográfico y un colaborador del Ministerio de Defensa en misiones humanitarias) fueron trasladados a las distintas localidades en que debían recibir sepultura.
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