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Columna
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Acentos originales

En la sala de exposiciones de la BBK de Bilbao (Gran Vía, 32) se muestran 24 óleos de José María Ucelay (Bermeo, 1903-Bilbao, 1979), cuyas fechas de realización se mueven entre los años 1952 y 1979, aproximadamente. Como buen autodidacto, Ucelay carece de normas. Trabaja sobre un amplio surtido de registros variopintos. La mayoría de los cuadros están sustentados por la férrea potencia del modelado. En especial los de la última época (Visita del abuelo, Cena del Capitán Mendezona, además del cuadro de la ola, como el de las avellanas, la barca en medio de los alisos, entre otros). Sin embargo, lo realmente notable de su pintura se debe al tratamiento de la luz. Cuando pinta un bodegón y lo saca al exterior, le imprime a veces una luz azufrosa y otras veces del color crepuscular del adobe, mas siempre dentro lo fosforescente. Se trata, por tanto, de una luz neónica que golpea estridente sobre los contornos. Puede decirse incluso que dibuja con la luz, para que al final de todo quede concluido el cuadro al modo de un instante congelado. Instante que se nos figura un tanto frío e irreal, con algún asomo de cierto magicismo.

En algunas obras se viven momentos duales. Lo mismo por la inclusión de contrastes tonales entre colores primarios y complementarios en una misma pieza, como cuando la quietud de unos bodegones exhibidos en el exterior se ve sorprendida por agitados y convulsos cielos.

Hablando de contrastes, hay uno aún mayor, como es la manera de servirse de los volúmenes. Mientras en las obras de los cincuenta, y parte de los sesenta, los objetos y las aves mostrados tienen cuerpo y volumen, los cuadros de los años setenta -últimos de su vida-, no precisan de volúmenes. Todo lo mostrado es plano. No hay apenas gradaciones. Bastan con las líneas y colores. Son cuadros que parecen surgidos de las viñetas de un cómic. Todos los elementos del cuadro tienen el tratamiento de primer plano, sean las partes próximas al espectador como las muy alejadas. El máximo exponente de esta época es el cuadro Cena del Capitán Mendezona. Un cuadro barroco, con gran profusión de líneas y colores, por demás recargados, donde se ponen en escena una suma de objetos vistos a la manera de un gran angular. Es una pieza sumamente espectacular.

Los dos cuadros (horrorosos) con mujeres en faenas de pesca, dejan al descubierto al peor Ucelay. En el cuadro Visita del abuelo hay dos o tres detalles bastante delirantes que parecen llevarnos no se sabe si al mundo de lo enigmático o a la pura carcajada. En cualquier caso, el artista bermeano acredita una marca especial, por su rareza, porque es distinto al rebaño, porque atesora determinados acentos originales.

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