Igualada profunda
Igualada, capital de la comarca del Anoia, se halla situada en un llano que hace años estuvo cubierto por el agua. Ya no. El clima es ahora más bien seco y, en invierno, frío. Desde hace poco tiempo dispone de buena comunicación con Barcelona gracias a la autovía que es hoy la nacional II, eso sí, muy parcheada en el tramo que va de Martorell al túnel de Bruc. Ya se sabe, el mantenimiento no se inaugura. En cambio, la conexión ferroviaria con Barcelona sigue siendo casi tan lenta como hace 40 años, con el agravante de que la estación de los Ferrocarrils se ha quedado a la entrada de la ciudad, junto al viejo cementerio. Antes, cuando las máquinas aún eran diésel porque la línea no estaba electrificada ( hace cuatro días y medio que lo está), el tren llegaba hasta el centro, pero ha dejado de hacerlo. No hay mal que por bien no venga: la ciudad ha ganado una rambla acogedora donde sobrevive arquitectura de muy buen ver.
Igualada es una de las ciudades con mayor turismo interior. Turismo de consumo, que acude a comprar ropa interior y exterior
Igualada era y es lugar de recogimiento. Allí se han instalado montones de órdenes religiosas que ofrecieron enseñanza a los igualadinos. Algunas siguen. Restos de conventos se han reconvertido. Por ejemplo, el que fue de los Capuchinos, hoy un centro escolar, ha perdido el huerto y la piscina, espacio transformado en aparcamiento público. También era famosa por las fábricas de géneros de punto y por los curtidos de piel, que dotaban a todo un sector de la ciudad de un olor profundo y característico.
Hoy Igualada es una de las ciudades con mayor turismo interior. Es un turismo de consumo, que acude a la ciudad a comprar ropa interior y exterior que trata de escapar a las constantes adaptaciones de precios, siempre al alza, provocadas, dicen, por el euro. Toda la ciudad está salpicada de tiendas llamadas de outlet (saldos) en las que se encuentran trajes de chaqueta, pantalones, camisetas de todo tipo, camisas, pijamas, ropa íntima de miles de colores y formas.
Un jersey de lana puede costar 20 euros si tiene cierta calidad; una muchacha de Poble Sec, que va acompañada por su madre y una amiga, afirma que ha encontrado un suéter de cachemira por 40 euros: "era el último", afirma. El remate final. Un pantalón tejano (no necesariamente azul) cuesta 12; camisetas, se encuentran a partir de nueve euros. Y hay centros generales y centros de marca, cuyos nombres se omiten por no hacer publicidad, pero que el lector curioso podrá encontrar en el plano de la ciudad que regalan en la mayoría de las tiendas, el cual incluye la localización de buena parte de ellas.
Los horarios son todavía de capital de comarca. Los comercios cierran pronto a mediodía. Eso hace que se organicen peregrinaciones de grupos que aprovechan para comer en la ciudad y completar las visitas de tiendas por la tarde. El pasado sábado, en una de las varias tiendas que se hallan en la calle de Santa Caterina, una docena de muchachas y mujeres (los hombres, en según qué lugares, escasean), todas ellas de Vic, se probaron no menos de cuatro piezas por cabeza alternando las salidas de los probadores con risas de fiesta mayor.
Como toda ciudad que se precie, Igualada mantiene una cierta rivalidad con su vecina Manresa, dos poblaciones distanciadas por la pésima comunicación entre ambas. Un día, sin embargo, mejorará. Ahora ya han empezado las obras de parte del llamado "eje diagonal", que unirá ambas ciudades y luego se prolongará hasta Vilafranca y Vilanova. De momento, ir de un lado a otro es más bien difícil. La distancia se oculta con el sarcasmo. Unos a otros se atribuyen el dicho según el cual "Manresa podrá ser superada, pero no será Igualada". Según quién lo diga cambia de significado.
Desde luego, a Igualada no la iguala la ciudad artificial creada en La Roca con ofertas de productos de liquidación a precios muy rebajados. Hay dos grandes diferencias: en La Roca hay marcas de las que un reciente reportaje de TV-3 sobre los usos de los jóvenes llamaba "pijas"; en Igualada hay un poco de todo: marcas y batalla, mucha batalla. Además, La Roca es un recinto cerrado y ficticio. Igualada es un agregado en el conviven fragmentos de historia arquitectónica que han sobrevivido a la dura especulación a la que ha sido sometida buena parte de Cataluña con nuevos edificios tan adocenados como los construidos por los constructores de edificios adocenados en cualquier otra parte de Cataluña y de Occidente. Si no son de Núñez o de Reyna, deben de ser de sus correspondientes locales.
En La Roca sólo hay tiendas y servicios asociados. Igualada, una ciudad que, al contrario que Barcelona, aún no se ha dejado secuestrar el cielo y que mantiene acentos locales, puede ser paseada con un cierto placer, salvo que amanezca un crudo día de invierno. Es difícil llegar y también volver al punto de partida. Pero resulta una población acogedora. Con un Gobierno que cuidara los transportes públicos, incluso se podría vivir en ella y trabajar en Barcelona. Y encima, comprar resulta barato si uno está dispuesto a llevar calzoncillos o bragas con una pequeña tara o calcetines de la temporada pasada.
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