A pie de cuadrilátero
Bueno, pues ahí están. En forma, pese al tute. Sólo las gargantas se han resentido en el último tramo, especialmente las de Saura y Mas. El resto del cuerpo sale incólume. Serenos, un punto rígidos ante la cámara, los candidatos. Han sido muchos días de contienda, muchos más que estos 15 últimos de campaña oficial. De hecho, desde la vuelta del verano, el dale que te pego ha sido ininterrumpido. Hay para estar agotados.
En el último tramo los aspirantes han intercambiado golpes, casi todos permitidos por el suave reglamento catalán. Nadie ha caído a la lona con la ceja abierta, ¡por Dios, qué mal gusto! La victoria se decidirá por puntos, por eso el pronóstico es tan complicado. Ayer los púgiles volvían a sus rincones asistidos por los cuidadores, a la espera de volver a ocupar esta noche el centro del ring para oír el veredicto del jurado.
El combate ha sido correcto, sin intercambio de golpes bajos como acostumbra a verse en otros pabellones. ¿Por qué aquí ocurre siempre esto? Porque la mayoría del público detesta la violencia: por ridícula, así se lo dicta su alma comercial. Ocurre que la discreción siempre ha sido consustancial al cierre de un buen trato. Fair play, pues. Y para que el espectáculo sea completo no hay que salirse de esas normas: así nos adoctrinó Vittorio Gassman en el Teatre Grec hace ya muchos años.
La velada de esta noche lleva altísima la bandera de la emoción. Está en juego el más codiciado título local de los pesos pesados. Para empezar, el que retenía ese título ha abandonado el cuadrilátero invicto, enfilando el camino del vestuario y llevándose consigo, aparte del mito, un palmarés impresionante: 23 años con el preciado cinturón puesto, récord casi mundial de asaltos ganados.
Durante los entrenamientos, el pupilo ha tenido que soportar los formidables ataques de ira de su mentor y en más de una ocasión ha besado la lona. Se trata de un púgil de menor masa muscular, pero a cambio está en posesión de una buena técnica: mantiene la guardia alta, tiene juego de piernas, raramente se desconcentra y sale bien de las cuerdas. De eso a asumir la herencia del mito que le precede en el título va un trecho.
¿Con qué se han enfrentado el pupilo y el viejo campeón en este combate? Con una serie de fuerzas dispares concentradas en un atleta de sólida formación boxística que también acumula muchos rounds ganados, pero que hace cuatro años sufrió una dramática derrota por la mínima. Es éste un deportista atípico que antes de que los combates se celebren prefiere arreglar los polideportivos que los albergan, para que los jueces -el público en definitiva- puedan emitir el veredicto en las mejores condiciones.
Es un tipo de atleta que cuando salta al cuadrilátero puede llevar la guardia alta o baja, que se despista a menudo hasta enervar al personal, pero que a veces se saca de la manga golpes sencillamente magistrales. En realidad, no es un buen aspirante, lo suyo no es ni ha sido nunca el combate. Él se siente manager y, en efecto, ha organizado las mejores veladas del país, con propuestas sólidas que le han permitido seguir en la categoría de los pesos pesados.
Y ahora, pasen por favor los atletas al centro del ring para hacerse la foto y oír el veredicto. ¿Lo de la foto es una ñoñería? Puede, pero aquí no gustan las cejas partidas y, en cambio, se jalea que los aspirantes al título se den la mano después de arrearse. Ni mejor ni peor que en otros lugares, simplemente diferente. Y ahora, señoras y señores, el ganador por puntos es... Desde luego, su apellido empieza por eme.
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