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Crítica:TEATRO | 'Cabaret'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un clásico musical

No sé cómo andarán las estadísticas, sobre todo las que se refieren a cobro de derechos, pero Cabaret debe estar entre las primeras obras del género, después de casi cuarenta años de su estreno en Broadway y de recorrer todo el mundo. No sé si será paradójico que la primera gran sorpresa que dio esta obra fue que el personaje del presentador de un supuesto cabaret mugriento se convirtiera en el protagonista, y así lo fue cuando pasó al cine en una maravillosa creación de Joel Grey; y así lo sigue siendo en ese caso, en que se presenta una vez más en Madrid y se lo he visto hacer con verdadera fuerza a Armando Pita, suplente del titular Asier Exteandía, víctima de la gripe general: de él se hablan excelencias. Armando Pita es, repito, excelente en esta versión, aunque uno tenga en la memoria siempre a Joel Grey.

Cabaret

De John Kaner, Fred Ebb, Joe Mastroff. Adaptación de Jaime Azpilicueta. Intérpretes: Natalia Millán, Manuel Bandera, Asier Exteandía (Armando Pita), Emilio Alonso (Roger Álvarez) Patricia Clark (Teresa Guillamón), etcétera. Dirección de BT McNicholl. Nuevo Teatro Alcalá. Madrid.

Nadie ignora, supongo, lo que es la obra: se desarrolla en los años en que Hitler va ganando poder, en un Berlín de "arte degenerado", como dirían los nazis, que, sin embargo, ha pasado a la historia como genial: pintura, música, literatura, filosofía. Se piensa en qué hubiera sido después el mundo si los miserables no lo hubieran cortado de aquella manera, como qué sería España si Franco no hubiera cortado todo el mundo cultural que precedió a la República y se expandió en ella. Parece poco dudoso que lo que se quería era romper un mundo donde las libertades, la economía de reparto de la riqueza, el pensamiento que deshacía el viejo mundo aburguesado en el mal sentido, para el que esta cultura era esencial.

En realidad los autores de Cabaret no han tratado de reflejar ese Berlín sabio y fecundo, sino uno de sus festones más dudosos: el cabaret, no el cultural (kabarett), sino el de todas las rupturas sexuales: prostitución, homosexualidad, procacidad. La producción de aquí ha sabido recrear en español la obra original y el ambiente en que se estrenó: la sala de teatro (tan grande) tiene sus mesitas, sus tulipas y su público que algo bebe y algo admira. Está llena. Y se aplaude. A todos, algunas escenas, a los protagonistas sentimentales; y a Armando Pita.

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