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Columna
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El espectro Sanus

La propuesta del alcalde de Elche para cambiar el nombre del aeropuerto de El Altet no ha encontrado, por fortuna, ningún eco entre la población. Nos hemos evitado de ese modo una vana polémica que habría servido para poco, por no decir para nada. Lo cierto es que ni siquiera ha hecho falta que el Partido Popular se opusiera, en las Cortes, a la demanda de Macià para que ésta se desinflara con rapidez. El desinterés de los ciudadanos por el asunto ha sido completo, como merecía una sugerencia tan descabellada. Ni en Alicante, ni en el propio Elche, se ha tomado en serio la iniciativa del alcalde, lo que dice mucho a favor de los ciudadanos que no se han dejado enredar en el embuste. El aeropuerto de El Altet tiene problemas de indudable gravedad que no iba a solucionarlos un cambio en su denominación, aunque no creo que fueran esas dificultades las que pretendía remediar Diego Macià.

Viene uno percibiendo, en los últimos meses, un cambio acusado en el comportamiento del alcalde de Elche, que no sabemos dónde parará. Durante muchos años, Diego Macià ha sido una persona de innegable sentido común, que ha dirigido la ciudad con una lucidez envidiable, como han reconocido los propios ilicitanos. Si gobernar es siempre una tarea difícil, hacerlo en poblaciones medianas aumenta, a mi entender, la dificultad. La distancia entre la decisión que se toma, y los efectos que ésta produce sobre el ciudadano es mínima; las consecuencias se perciben de inmediato. Cuando se comete un error, uno mismo puede ver las repercusiones de su equivocación, lo que hace que el día a día se viva bajo una fuerte presión.

En los años pasados, Elche ha dado un excelente ejemplo de gobierno a las ciudades de su entorno. Aquí, se ha dirigido el ayuntamiento de una manera muy aceptable, pensando en el porvenir. Naturalmente, se han producido las inevitables discusiones que suelen presentarse cuando se toman decisiones que afectan a los ciudadanos y alguno se siente perjudicado. Pero, en conjunto, Elche daba la impresión de poseer un gobierno razonable que conducía la ciudad en la dirección adecuada. Es cierto que, a veces, se han cometido errores y se han derribado edificios o transformado zonas que hubiera merecido la pena conservar o tratar de otra manera. Pero en conjunto, como digo, el Ayuntamiento de Elche transmitía una sensación positiva, ordenada, de modo que los ilicitanos continuaban apoyando a Diego Macià elección tras elección.

En los últimos meses, sin embargo, la imagen que transmite el alcalde de Elche en sus actuaciones ha cambiado de manera radical. Desde que se conocieron los escándalos urbanísticos en el municipio, Macià ha perdido aquella claridad de ideas que le permitía adelantarse a los acontecimientos y encauzarlos a su favor. Hoy, da la impresión de ser un hombre a la defensiva, incapaz de explicar con convencimiento a la opinión pública qué sucede con el urbanismo de la ciudad. Que un alcalde con la decisión de Macià proponga un cambio de nombre en el aeropuerto de El Altet para enfrentar la situación revela su enorme debilidad. El espectáculo de ver a un alcalde socialista recurriendo a la demagogia para aventar sus problemas es desconsolador y un ejemplo de la profunda crisis que sufre su partido.

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