Paisaje interior
Es Amos Gitai, el más ilustre y famoso cineasta israelí, un casi desconocido en España. Es uno de los incontables grandes cineastas del mundo que siguen sin tener un hueco en nuestras pantallas por estar éstas copadas por el cine de Hollywood y alrededores, que no sólo sigue colocando en la fecha y sala que le viene en gana sus -con manga ancha- dos o tres decenas de buenas películas anuales, sino también sus dos o tres centenas de películas mediocres, malas y pésimas.
El dificilísimo, complicado y aparatoso plano secuencia de 11 minutos filmado por Amos Gitai en las calles de Jerusalén para el filme colectivo sobre el 11 de septiembre, quizás algún otro título olvidado y en mala fecha, y ahora Edén, son lo único que se ha estrenado aquí de su ya abundante obra, que se inicia hace dos décadas en el filme documental y deriva hacia la ficción sin abandonar nunca el espíritu de sus poderosos y básicos documentos. Y es verosímil, cogiendo el rábano por las hojas, que estos dos estrenos se deban a que son los de sus películas americanas, aunque nada tienen que ver con Hollywood.
EDÉN
Dirección: Amos Gitai. Guión: Amos Gitai y Arthur Miller (sobre una novela de éste). Intérpretes: Samantha Morton, Thomas Jane, Luke Halland, Dafna Kastner. Israel, Italia, Francia, 1999. Género: drama. Duración: 91 minutos.
Edén procede de una novela -posiblemente con fondo autobiográfico, o al manos con cercanía familiar- del gran dramaturgo de Brooklyn Arthur Miller, que da su propio rostro a un personaje que parece un calco suyo no sólo físico, sino también en destellos del carácter que deja ver su poderosa presencia, pues sin duda actúa y habla sobre algo que conoce de cerca, y que vive. Es el relato de la emigración a Israel desde Nueva York de una pareja que se establece en el nuevo Estado cuando éste estaba aún en proceso de formación. Y ahí, en ese retrato íntimo de un paisaje urbano y humano, es donde reaparece el poderío del documentalista Amos Gitai, que comienza en Edén a convertirse en un cronista de la interioridad de la vida israelí desde sus orígenes, lo que para el cineasta debe ser un respiro de su continua introspección del Israel actual, donde hizo incursiones de gran penetración y energía crítica detrás de los muros de las casas de la gente común de Haifa, Jerusalén y Tel Aviv.
Es también Edén un respiro estilístico de Gitai. Es una película menos concentrada que las que más y mejor definen su identidad, que es la de un cineasta que busca el lado áspero y dificil, a veces incómodo y cercano a lo hermético, de relatos intimistas, pero que rompen la encerrona de sus personajes y dejan ver por la brecha de esa fractura el paisaje social movedizo en que éstos se mueven o flotan a la deriva. Es la visión de Gitai -y Edén no es una excepción- de las relaciones entre hombre y mujer pesimista, a veces angosta y quizás con un fondo de narrador angustiado, un perfeccionista obsesionado por atar todos los cabos de las tramas que relata y no dejar ninguno suelto, lo que da una fuerte densidad, y a veces opacidad, a sus filmes, que, pese a que no se dejan ver con comodidad, destilan libertad e inteligencia.
Y tal vez este Edén, por proceder de un relato ajeno, es la más abierta y porosa de sus películas.
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