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ESPUMAS Y AIRES | ELECCIONES EN CATALUÑA
Columna
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Va de corbatas

¿Hay una Cataluña con corbata y otra sin corbata? Pues eso es lo que parece. También parece -sólo me dedico a observar- que hay una Cataluña en la que las mujeres, lleven o no corbata -es la última moda para jovencitas y un estupendo disfraz-, van de claque, de mironas o de simples votantes de varones, vayan éstos con o sin corbata.

Todo lo cual nos puede llevar a concluir, equivocadamente, que el que los candidatos lleven o no corbata durante la campaña electoral no es relevante. Pero ellos, los candidatos, sus asesores y la gente saben -sabemos- perfectamente que ese trozo de tela colgado del cuello masculino tiene fascinantes poderes expresivos. No es casual, pues, que hoy vayan con corbata y mañana no, que eso, un mixto más que un mestizaje, es lo que vemos en la exhibición de imagen de estos días.

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La campaña, más que un desfile de modelos, es un intento de llegar a esas tres Cataluñas: la que va con corbata, la que va sin corbata -no sólo los fines de semana- y la que, como la de las mujeres, se dedica a evaluar, desde fuera, ambas propuestas.

La convicción de quienes la usan es que llevar corbata hace presidente: solemnidad, autoridad, seriedad...Ya saben: mando en plaza. Eso dicen que aporta la corbata. Por eso la usan Artur Mas, Pasqual Maragall, Josep Lluís Carod y Josep Piqué, en especial cuando se dirigen a los que la llevan: ejecutivos, empresarios, banqueros, directores de lo que sea que se compre y se venda. Sólo Joan Saura, rodeado de ecologistas y sindicalistas, se permite el manifiesto lujo -como hizo el Guti en su día- de olvidarla. Pero, aun sin corbata, Saura habla indirectamente con la Cataluña encorbatada. Y los demás hacen lo contrario: sus corbatas -la imagen perdura aún cuando se las quitan- hablan a los que no la llevan. ¿Puro lenguaje? No: ¡jerarquía!

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