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Los 'moteros' acróbatas burlan los controles e invaden Barcelona

Lluís Pellicer

Desde hace seis meses, en Barcelona se ha impuesto la moda de conducir volando. Grupos de motoristas de entre 18 y 22 años organizan semanalmente encuentros para practicar el stunt riding, una práctica de riesgo procedente de Estados Unidos que consiste en llevar a cabo todo tipo de cabriolas: subirse sobre la moto, levantar la rueda delantera o conducir de espaldas a velocidades que pueden superar los 140 kilómetros por hora.

Las reuniones de motociclistas cambian continuamente de escenario a causa de los controles que efectúa la Guardia Urbana, aunque la acumulación de sanciones no les hace desistir de seguir exhibiendo sus acrobacias en varias zonas de la ciudad. Una de ellas es la avenida de Pearson, donde a lo largo del verano llegaron a concentrarse hasta 200 personas para observar las destrezas de quienes practican esta modalidad.

Los aficionados mantienen en secreto el lugar exacto donde van a poner a prueba sus habilidades hasta el viernes. A lo largo de la semana, los jóvenes preparan la quedada, que se produce en la calle de Lepant, cerca de los jardines del Príncipe de Girona, a partir de las 22.30. Los motoristas que acuden a la cita esperan cerca de una hora la llegada de todos los que ya han asegurado su presencia. El encuentro no surge de forma espontánea, sino que se establece haciendo correr la voz y a través de un foro en Internet. A medianoche, eligen el lugar para poner en práctica su imaginación sobre las dos ruedas.

Los aficionados al stunt usan motos de todo tipo, aunque predominan las de menor cilindrada. La presencia policial les ha obligado a trasladarse a polígonos industriales, donde, según un joven que acude a estas citas, "no molestan a nadie", aunque su zona preferida sigue siendo la carretera de la Arrabassada.Hasta el mes pasado, la avenida de Pearson era uno de los espacios preferidos para los motoristas que disfrutan haciendo acrobacias sobre las dos ruedas. Joan, un joven que conoce estos encuentros, asegura que todos los viernes varios grupos de amigos que sumaban más de 70 motos y cerca de 200 personas acudían a la zona para "hacer la cabra hasta que llegaba la policía".

Los motoristas no sólo ocasionaban molestias por el ruido, sino que también provocaron varios siniestros con los vecinos de la calle. "Mi mujer tuvo dos accidentes con estos chavales. En ambos casos, perdieron el control del vehículo por su temeridad y terminaron bajo las ruedas del coche de mi esposa", lamenta Walf Zantrop, vecino de la zona.

Sin embargo, la intervención de la Guardia Urbana el pasado 10 de octubre obligó a los jóvenes a buscar otros espacios para sus actividades. En esa ocasión, la policía efectuó más de 50 denuncias; de éstas, 43 correspondían a exceso de ruido, aunque también se interpusieron sanciones por conducción negligente, circular sin luces, no llevar el casco o no disponer de la documentación necesaria. Además, se ingresaron 10 motos en el depósito por tener graves deficiencias.

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A pesar de la presión policial y de poner sus vidas en peligro, estos jóvenes continúan reuniéndose todos los fines de semana para practicar el stunt. El pasado viernes, los vecinos de la Meridiana pudieron ver desfilar un grupo de motos que se concentraron en la zona norte de la avenida.

A estos encuentros nocturnos se añaden otros esporádicos en la carretera de la Arrabassada y en la avenida de Pearson. "Siguen viniendo pequeños grupos con los que no nos podemos encarar. Hemos reclamado que instalen bucles o bandas rugosas para evitar, al menos, que sigan circulando a estas velocidades", explica Zantrap.

Fuentes de la Guardia Urbana de Barcelona señalaron que la policía sigue atenta los movimientos de estos grupos, por lo que ahora los aficionados a esta modalidad se concentran en la búsqueda de nuevas ubicaciones para no ser descubiertos.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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