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Reportaje:

De la caravana a Neguri

Los 20 miembros de una familia gitana residen en un palacete cedido por un empresario

La mujer morena, que contempla desde la ventana de su mansión de Neguri el transcurrir del tiempo, jamás en sus 45 años pudo soñar con vivir en un barrio históricamente destinado a los elegidos por la fortuna. Hasta el pasado mes de septiembre, el hogar de Dolores Escudero y su familia era una caravana destartalada. Hoy comparte más de 300 metros cuadrados y un jardín con sus ocho hijos y 15 nietos, a los que pronto habrá que añadir los dos que están en camino. ¿Una veintena de gitanos viviendo en el palacete Tangora, en la calle Bajada de Ereaga? Detrás de la suerte de esta familia de etnia gitana está la mano de un empresario de Erandio, que exige mantener oculta su identidad. ¿A qué responde su insólita actitud? ¿Altruismo con los sin techo o un acto de venganza por diferencias de intereses con los otros dos propietarios del edificio?

"Nos cobra un euro, pero bueno, no pagamos nada. Aquí me ha cambiado la vida"

La matriarca Dolores sólo desea que la situación se prolongue el mayor tiempo posible. "Jamás, hemos vivido así. No sé cuántas habitaciones hay: unas siete, tres baños y muchos huecos. Tenemos calefacción. Cuando llegamos, estaba vacía; ahora hay muebles, lavadora y televisión, aunque faltan muchas cosas y la casa tiene mucha humedad por estar vacía tantos años", explica.

Una gran diferencia si se compara con los cuatro últimos años viviendo en una caravana "con frío y todo", y de haber dejado tras de sí un piso en Sestao y otro en Erandio. Dolores cuenta que su marido conocía al propietario de la residencia hace muchos años y que un día les ofreció la casa. "Nos sorprendimos mucho, claro. Nos cobra un euro, pero bueno, no pagamos nada. El día que vinimos aquí, me cambió la vida".

Por separado, la versión del propietario del palacete no difiere mucho. Deja patente su enojo por todas las mentiras que, en su opinión, se están vertiendo sobre los motivos de alquiler y los propios inquilinos. "Se han dicho muchas barbaridades, como que he metido a los gitanos por venganza, porque la comunidad no me dejaba construir un hotel, cuando yo ya tengo participación en dos, así que para qué quiero otro. Yo compré la vivienda hace un año para mi hija y lo demás son maldades", argumenta frente a las voces que le implican en la adquisición de la vivienda por intereses inmobiliarios.

El edificio, situado en una zona privilegiada, junto a la Avenida de Neguri, tiene un torreón y consta de cinco plantas, de 225 metros cuadrados cada una, divididas en dos dúplex y un piso de una sola planta entre ellas, donde residen actualmente las familias gitanas. Una verja de alambre separa la vivienda alquilada de uno de los dúplex, el único ocupado, ya que, al parecer, según el empresario, el propietario del otro, reside en Madrid.

El benefactor, dueño de un restaurante en Erandio, relata que su intención era arreglar la fachada, así como la escalera interior, que amenaza con derrumbarse. Por si el visitante no se hubiera apercibido, lo avala informando de que un juzgado de Getxo ha admitido a trámite una querella presentada por él mismo contra la comunidad de vecinos, y que ya ha propiciado la inspección de la Ertzaintza y de un técnico.

"Sin embargo, a pesar de la necesidad, los otros dos propietarios rechazaron mi propuesta. Me dijeron, 'somos el 66% y haremos lo que nos parezca'. Les ofrecí que me compraran mi parte o que me vendieran la suya, pero no quisieron. Algún día se sabrá todo lo que hay detrás", advierte. Hasta que un sacerdote amigo le habló de las familias gitanas. "Así de sencillo". Sostiene que han firmado un contrato de alquiler por cinco años, y que, si no hay problemas, seguirán en el palacete.

El benefactor desmiente algunos rumores que corren por la zona sobre los gitanos y las supuestas acciones delictivas de algunos de sus miembros. "Es todo mentira. Han llegado a decir que salen con navajas. He estado en la Ertzaintza y en la Policía Municipal y no hay ninguna denuncia contra ellos. Les conozco hace tiempo y no son mala gente, pero hay mucho racismo encubierto".

Algo parecido piensa Jesús San Pelayo, un jubilado de 64 años, residente en Algorta, y único visitante ajeno a la familia que se acerca a la casa: "Es gente noble. Les conocí un día en el metro. Estaban pidiendo ayuda y desde entonces les traigo comida y conversación. Viven de la chatarra y eso no da para mucho. Yo creo que hay que ser solidario".

Hay quienes les han acogido con menos simpatía: "Todos pensamos que les han metido para asustar a los otros vecinos, que están pared con pared. Yo llevaría a todos a comer al restaurante del dueño, a ver qué le parece. A mí no me gustan los gitanos porque he tenido alguna mala experiencia. En la casa no vive una familia con dos hijos; viven casi 30", señala con indignación una mujer de mediana edad que tiene un pequeño negocio en las cercanías y pide anonimato.

Dolores es un poco ajena a todo, incluso a las miradas que a veces observa sobre ella y los suyos. Pero ya entiende que en Neguri no se han visto nunca gitanos, "ni de paseo".

A vueltas con los estudios

Las familias gitanas que residen en Tangora se quejan de que no les dejan empadronarse en Getxo y que ello les impide escolarizar a los niños en el barrio sin tener que trasladarlos hasta Sestao. "Tengo los papeles. He ido dos veces al Ayuntamiento y me dicen que necesitan la presencia del dueño de la casa. Para qué, si tenemos todo en regla. Y seguimos sin empadronarnos. Lo malo de esto es que mis nietos no pueden estudiar. Luego dicen que los gitanos no llevamos a los hijos al colegio, si los payos tuvieran nuestras mismas dificultades, no sé lo que harían", dice Dolores Escudero, la abuela.

La versión del Departamento de Educación del Gobierno vasco y la del área de Bienestar Social del Ayuntamiento de Getxo coinciden por separado. "Nos consta que ellos quieren que los niños sigan matriculados en el colegio de Sestao a donde acudían el curso pasado. Hemos comprobado que todos están escolarizados, salvo una niña de 14 años", explica un portavoz de Educación. "Sobre el empadronamiento, la verdad es que por aquí no han venido. Creo que prefieren estar censados en Sestao porque allí reciben ayudas sociales", dice un representante municipal.

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