Ópera en Torrent
Concluidas las obras de instalación del foso hidráulico, el Auditorio de Torrent inició su programación con una de las óperas más exquisitas y, a la vez, más seductoras del repertorio: La Flauta Mágica. El próximo viernes se representará El barbero de Sevilla, y Carmen subirá al cartel en marzo de 2004. El año pasado se hizo Lucia di Lammermoor y Così fan tutte. El Barbero del viernes, será, además, producción propia del Auditori en el ámbito de lo musical, mientras que el aspecto escénico corre a cargo de la Coral Crevillentina. El resto de los títulos han venido -o vendrán- de la mano de la Orquesta Filarmónica de Pleven.
Lo que parece cierto, con producciones propias o importadas, es que Torrent está dándole un impulso a la ópera que supera la tónica habitual de las ciudades valencianas. Incluso el cap i casal tiene a sus aficionados languideciendo muchos años a base de las óperas en versión de concierto y -a la espera de ese gran envoltorio que es el Palau de les Arts-, con mucho miedo en el cuerpo: se teme que el coste desmesurado del edificio agote los recursos y no haya luego medios para una programación digna y sostenida.
La Flauta Mágica
De W. A. Mozart. Orquesta Filarmónica de Pleven (Bulgaria). Solistas: Filippo Pina Castiglioni, Javier Galán, Emilia Onrubia, Dimiter Dimitrov, Mihaela Dinu, Giancarlo Tosi, Mireia Casas, Nikolina Stoyanova, Helrun Gardaw, Roberta Mattelli, ANETA Dukova, Valia Mareva, Raina Tonoeva. Dirección musical: Leslaw Salacky. Dirección de escena: Marco Bellussi. Auditori de Torrent, 7 de noviembre de 2003.
Mientras tanto, y a la espera de lo que suceda con todo lo demás, los cantantes e instrumentistas búlgaros de la ciudad de Pleven, acompañados por artistas de variopinta extracción (polaco el director musical, italiano el de escena, rumana la soprano en el rol de Pamina, valencianos la Reina de la Noche y Papageno, alemana una de las Damas, catalana Papagena, etc), montaron una Flauta Mágica modesta pero digna. Y la montaron con traducción en sobretitulado -muy somera, eso sí-, aditamento que algunos aficionados desdeñan "por innecesario (sic)" pero que ayuda, mucho más que otras cosas, a la ampliación del público.
En el lado negativo del espectáculo cabe situar el dudoso dominio de las exigencias mozartianas que lucieron la orquesta y algunas voces. Los músicos todoterreno suelen encontrar en Mozart su Talón de Aquiles, ya que la transparencia instrumental, así como el carácter impecable y límpido que debe tener el canto, evidencian de inmediato cualquier error de ajuste, emisión, afinación o fraseo. Por no hablar de las consecuencias, muchas veces irreparables, que tiene para las voces -mucho más si se pretende abordar a Mozart- la asunción de un repertorio inadecuado.
Hubo, sin embargo, momentos muy agradables: segunda aria de la Reina de la Noche (excepción hecha de las notas más agudas), trío de Pamina, Tamino y Sarastro (segundo acto), intervenciones de los Tres Muchachos (con voces jóvenes, frescas y transparentes), etcétera... Y, desde luego, la desenvoltura escénica de Papageno y Papagena que, como casi siempre sucede en La Flauta Mágica, se llevaron los aplausos más cálidos de la noche.
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