La opción del Príncipe
El príncipe Felipe tiene, por principio, el derecho a casarse con quien quiera, con un único límite que establece la Constitución, al señalar que quedarán excluidos de la sucesión quienes "contrajeren matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes". Esta hipótesis quedó ya despejada el sábado y ayer se formalizó con la petición de mano de Letizia Ortiz, una periodista sín vínculo alguno con Casas Reales ni la nobleza. Si en otras monarquías europeas ya se han producido matrimonios similares con mayor o menor éxito, en España no hay precedentes.
Es, por tanto, muy explicable la expectación de los medios de comunicación y el genuino interés del público, aunque probablemente hayan sido excesivas las dosis de zalamería de algunos medios públicos, especialmente RTVE, la empresa donde trabajaba la novia. Al príncipe Felipe, educado y formado para ocupar en su día el puesto de su padre, se le presupone la consciencia de la responsabilidad que ha asumido con esta decisión, como protagonista de la continuidad de una institución, la jefatura del Estado, que ha jugado un papel clave en la consolidación de la democracia española.
El matrimonio con una mujer moderna, universitaria y de destacado perfil profesional ha sido bienvenido para la mayoría de los españoles, según todas las encuestas. Sólo puristas del monarquismo de siglos pasados pueden echar de menos junto al heredero de la Corona a una princesa, aunque sea de opereta y cuyos únicos méritos fueran su cuna y presencia en el Gotha. Cabe esperar que la modernización de la Monarquía incluya también en un futuro próximo la abolición del privilegio sucesorio que la Constitución establece a favor de los descendientes varones, aunque se trata de un artículo de la Carta Magna especialmente blindado y la oportunidad de su reforma exige un cuidadoso cálculo por parte de las fuerzas políticas.
La opción del Príncipe no está exenta de riesgos.Son muchos los que recuerdan que el inestimable papel jugado por la reina doña Sofía junto al rey Juan Carlos tiene mucho que ver con el hecho de que la princesa griega había sido educada desde su infancia precisamente para hacer lo que hace desde hace más de un cuarto de siglo. Tanto el Príncipe como Letizia Ortiz habrán de demostrar ahora día a día que su decisión ha sido la adecuada para ellos pero también para la institución que representan. El hecho de que la futura princesa esté divorciada de su anterior matrimonio civil es una condición que comparte con muchos ciudadanos de una sociedad que ha cambiado profundamente en el último cuarto de siglo. La vida de los príncipes es sólo suya, incluido el pasado de ambos. Pero su futuro forma parte del compromiso de la Monarquía con la sociedad española.
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