Vista pero no escuchada
La entrada del concierto lo decía bien clarito: Maria Schneider & Danish Radio Orchestra. Ivan Lins y Toots Thielemans no figuraban en los titulares y se suponía que su participación iba a limitarse a dar lustre a algunos temas. Por causas desconocidas, lo más alto y fuerte que pudo escucharse fue a Ivan Lins del derecho y del revés, su voz y hasta la entretela de su música dominándolo todo con autoridad de legión romana. En efecto, Schneider estaba allí, en carne y hueso, pero no sería de extrañar que alguien pensara que se había equivocado de fecha o de sala.
La amplificación se sumó al equívoco y actuó como una gigantesca goma de emborronar. Se presentía que había música buena y fina en alguna parte, pero parecía ocultada por algún tosco pulverizador. En realidad, todo sonaba horrible: la voz de Lins parecía la de un feriante y los tambores se zampaban todo lo que encontraban. Y eso que en la orquesta había cinco trompetas y otros tantos trombones, una tuba, un contrabajo y aun otro quinteto en la línea de instrumentos de lengüeta. Sólo cuando Lins callaba y los percusionistas aflojaban fue posible acceder por un resquicio a la exquisita escritura orquestal de la estadounidense.
Maria Schneider & Danish Radio Orchestra
Maria Schneider (dirección) con orquesta de 20 miembros. Invitados: Ivan Lins (piano eléctrico y voz) y Toots Thielemans (armónica y guitarra). Colegio de Médicos. Madrid, 5 de noviembre.
Así las cosas, aunque en la ficha que encabeza este texto se deba transcribir el nombre del protagonista oficial del concierto, se impone hablar de Ivan Lins, por lo demás un artista indiscutible, compositor de éxito y, al menos en disco, cantante notable. El brasileño empezó con una pieza del año 80 dedicada a Lula, cuando todavía era un simple dirigente sindical, y continuó con otras canciones de su nutrido temario, aderezadas ya con la presencia del muy veterano armonicista belga Toots Thielemans (de 80 años), insólitamente entusiasta para su edad y, por una vez, dudosamente musical.
Como el tiempo pasaba y la tónica no perdía gas brasileiro, quienes confiaban en que Schneider se quedaría sola en algún momento al frente de una orquesta que conoce a la perfección fueron perdiendo fuelle. El oxígeno no llegó a tiempo y sólo una composición de Thielemans, una travesura venial titulada Bluesette y la propina de cierre, Dindi, preciosa canción de Antonio Carlos Jobim, rompieron la unidad del repertorio de Lins. Resulta lamentable que el esperado estreno en Madrid de Schneider diera una imagen tan incompleta y distorsionada.
Babelia
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