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HEMEROTECA | CRÓNICA NEGRA

El peor asesino en serie de EE UU confiesa 48 crímenes

Gary Leon Ridgway se convirtió en 2003 en el mayor asesino en serie de la historia del país, tras reconocer ser el autor de la muerte de 48 mujeres entre 1982 y 1998

Gary Leon Ridgway, durante la lectura de su alegato de culpabilidad en un juzgado de Seattle.
Gary Leon Ridgway, durante la lectura de su alegato de culpabilidad en un juzgado de Seattle.EPA

"Maté a tantas mujeres que ya ni podía llevar la cuenta". Esa frase figura en la confesión judicial que ayer formuló Gary Ridgway, un chapista de Seattle con un perturbador aspecto de buena persona. Mató a 48 mujeres, y con ello se ha convertido en el peor asesino en serie de la historia de EE UU. Al reconocer sus crímenes -cometidos en su mayoría en los ochenta- Ridgway se salva de una condena a muerte.

Quienes han investigado aquella ola de desapariciones y muertes creen que el caso no debe darse por cerrado: Ridgway niega haber matado a algunas de las mujeres asesinadas en ese periodo.

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La biografía de Gary Ridgway carece de pasado. Se ajusta tanto al perfil cinematográfico de un asesino en serie que su vida parece haber comenzado en el momento en el que fue detenido hace dos años. De los 52 primeros años de su vida sólo se sabe que vivía en Auburn, en el Estado de Washington, en la costa oeste del país, y que se ganaba la vida con dificultad en un taller de chapa y pintura.

Sentado en el tribunal a punto de convertirse en el peor asesino en serie de la historia criminal de EE UU, ni siquiera el traje naranja de presidiario le quitaba a Ridgway su aspecto delicado. Con entradas abultadas y pelo en recesión, parecía un hombre sencillo, con una mirada serena enmarcada en unas gafas abiertamente anticuadas. Cada vez que el fiscal le leía una acusación de asesinato, Ridgway la aceptaba: "Culpable". Cuarenta y ocho veces en total.

La sádica historia de Ridgway empezó una noche de 1982, cuando la policía encontró el cuerpo de una prostituta estrangulada días antes. Poco después, otra mujer apareció muerta en el Green River, el río que atraviesa el condado de King. Después otra más, y otra, y así en un goteo constante. Enseguida se acuñó el nombre del asesino del Green River, aunque los cadáveres ya empezaban a aparecer en bosques, en arcenes, incluso en la pista de aterrizaje de un aeropuerto.

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"Escogí prostitutas porque sabía que podía matar tantas como quisiera sin que me pillaran".

Dos años después, la ola de crímenes acabó de manera repentina. La policía siguió la pista de un testigo, novio de una de las víctimas, que dijo haber visto por última vez a su amiga a punto de subir a un camión pequeño que la policía encontró junto a la casa de Ridgway. En 1987 fue detenido e interrogado. Incluso se le tomaron muestras de saliva. Pero pasó con honores la prueba del polígrafo, lo cual proporciona ahora cierta inquietud. Los asesinatos prosiguieron, el último en 1998. La policía conservó aquellas muestras. Casi 15 años después, los avances en investigación genética permitieron cotejarlas con restos de ADN encontrados en las primeras víctimas, que habían sido violadas antes de ser asesinadas.

"Quería matar a tantas prostitutas como pudiera", dijo Ridgway, en la declaración de culpabilidad que aceptó ante el juez el 5 de noviembre de 2003. "Escogí prostitutas porque sabía que podía matar tantas como quisiera sin que me pillaran". Ahora la policía todavía tiene que resolver un misterio: en la lista de crímenes que Ridgway acepta como suyos faltan varios que la policía adjudicaba al asesino del Green River, como era conocido.

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48 cadenas perpetuas

Gary Leon Ridgway admitió ante un tribunal de Seattle, ser el autor de la muerte de 48 mujeres entre 1982 y 1998, casi todas por estrangulamiento.

Durante años, los investigadores persiguieron si éxito al criminal, hasta que en 2001 unas pruebas de ADN condujeron hasta Ridgway, que fue acusado de siete de las muertes.

A cambio de su confesión, gracias a un acuerdo alcanzado entre los fiscales y sus abogados, evitó el corredor de la muerte. Ridgway fue condenado a 48 sentencias consecutivas de cadena perpetua sin derecho a acceder libertad condicional.

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