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Millones de 'matrix-adictos' de 63 países ven al mismo tiempo el final de la trilogía

En España se proyectaron más de 450 copias del filme ayer a las tres de la tarde

Elsa Fernández-Santos

En Los Ángeles eran las seis de la mañana, en Nueva York las nueve, en Londres las dos de la tarde, en Madrid las tres, en Moscú las cinco y en Tokio las once de la noche. Matrix Revolutions se estrenó ayer simultáneamente en 63 países. Sólo en España con más de 450 copias. Una iniciativa ideada, al parecer, por los creadores de la trilogía, los misteriosos hermanos Wachowski, que así pretenden llegar a la comunión total con sus fieles seguidores. "Debería estar trabajando, pero no podía esperar", confesaba ayer en un cine madrileño un matrix-adicto.

"Los hermanos Wachowski querían regalar a sus fans la oportunidad de que todos pudieran conocer a la vez la pieza final del puzle", afirmaba, a finales de septiembre, el productor de la trilogía, Joel Silver. Desde entonces se pusieron a la venta las entradas de muchas de las salas que ayer -a las tres de la tarde en España- estrenaron la tercera entrega, subtitulada Todo principio tiene final.

En Madrid, ayer, en el cine Palafox, un hombre con cartera y corbata preguntaba amablemente: "¿Van a hacer muchas más fotos? Es que preferiría no salir. A esta hora debería estar trabajando". "Sí, me gusta mucho Matrix, claro, lo prefiero a cualquier partido de fútbol. Me encantó la primera parte y ahora, por fin, nos tienen que contar quién gana, si la realidad o las máquinas. ¿En el trabajo? Bueno, sólo le he dicho a un compañero de confianza adónde iba. Diré que estaba en una comida y que se alargó, o algo así".

La anterior película, The Matrix Reloaded , recaudó 734 millones de dólares en todo el mundo. Una de las cifras más espectaculares de la historia del cine. Estrenada en el Festival de Cannes fuera de concurso, la película fue recibida con absoluta frialdad por la crítica internacional.

En la misma cola de un cine de Madrid tres alumnos del Instituto Fortuny renunciaron ayer a comer. "Las clases terminan a las dos y media y nos hemos venido corriendo", dicen. "No espero que sea la película más profunda del mundo, pero como no tengo que trabajar y en la tele sólo existe un tema, y no puedo más con él, pues me pareció una buena idea venir al cine a las tres", afirma Ricardo, de 29 años, propietario de una empresa de catering. Añade: "Además, está bien que por una vez la hora sea mejor aquí que en Estados Unidos. Yo no me levanto a las seis de la mañana ni para ver... ¿Carmen?".

En otro cine, cercano a la plaza de San Bernardo, el acomodador se sorprendía de que en la sala hubiera más de setenta personas. "Muchos me parecen para esas horas. Yo me esperaba unos treinta, no más". La locura matrix parece haber calado en el encargado de la sala, que alegando "seguridad contra el pirateo", recrimina que se tomen notas durante la proyección: "¡Está totalmente prohibido!", advierte a gritos. "¡Es ilegal!".

Olga, Ianire y Ana dejaron de ir a clase en la facultad para asistir ayer al estreno de Matrix. "Eso de que todo el mundo la ve a la vez me parece puro marketing, yo ni he visto la primera, pero nosotras tenemos las entradas porque nos tocaron en un sorteo en la noche de Halloween. El dueño de un bar de Argüelles organizó una fiesta en la que se regalaban 30 entradas. Por lo visto, él es un loco de Matrix y compró las entradas para hoy".

De la China a Canadá y en 43 lenguas diferentes (del húngaro al turco o al mandarín), la historia de Neo (El Elegido) recorrió ayer el mismo camino y al mismo tiempo. Según la publicidad, Matrix ha influido en "la conciencia colectiva" con su modo "provocador y desafiante de hacer cine". Juanma, de 17 años, se queda algo perplejo ante este reclamo. Explica así qué es para él Matrix: "A mí lo que me interesa es que podemos creer en un futuro en el que todo está destruido, en el que las máquinas nos consideran la peste, pero en el que hay una persona especial que lo cambiará todo".

Según los creadores de Matrix, el círculo por fin se cierra. Con una estética mucho más cercana al anime japonés, insistiendo en la relación del hombre y la máquina, la acción pasa al mundo real, a la única ciudad que no ha quedado bajo el control de las máquinas pero que sigue asediada por 250.000 centinelas. "Un mundo apocalíptico que ha requerido mucho más trabajo de efectos especiales que en las películas anteriores", dicen.

Keanu Reeves, ayer en Tokio junto a los hermanos Wachowski.
Keanu Reeves, ayer en Tokio junto a los hermanos Wachowski.AP
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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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