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Columna
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'Ciborgs'

Ya no hacen falta marcianos ni muertos vivientes, porque estamos gobernados por ciborgs, esos seres cibernéticos, mitad organismo biocelular y mitad máquina, que controlan nuestro presente y nuestro futuro con precisión matemática. Menos mal que son todos demócratas convencidos, defensores de la ley y el orden.

George W. Bush es uno de ellos. Su diestra, forrada de piel y uñas sintéticas, no es lo que parece, pues se trata en realidad de un Colt 45 de alta tecnología, capaz de matar mil terroristas por minuto.

En Gran Bretaña, a Tony Blair le reemplazaron la glándula de la voluntad por un cuchillo jamonero, con el que hace poco le cortó las venas al traidor David Kelly por airear inconveniencias sobre la implicación británica en Irak.

Aquí, en España, la cirugía ciborgiana ha dado un paso de gigante. Las gónadas de José María Aznar son de titanio inoxidable y están vinculadas por internet con la diestra armada de Bush. El parlamento de Euskadi puede empezar a preocuparse. Quién sabe lo que puede pasar si al soldadito de Valladolid le da por enviar un chorro de testosterona sintética al emperador tejano y éste aprieta el gatillo, con lo aficionado que es al plomo. Guernica podría arder de nuevo.

¿Y en Cataluña? Hace un par de semanas apareció la noticia de que un patrono del textil amenazó con cerrar su fábrica de Barcelona y venirse a Valencia si los socialdemócratas de Maragall ganaban las próximas elecciones autonómicas. Ese textilero es otro ciborg: le han sustituido los millones de glóbulos rojos de sus arterias por los millones de euros que antes guardaba en el banco y ahora teme que Maragall lo secuestre y se los robe.

La situación es todavía más esplendorosa en esta comunidad autónoma, que se ha situado a la cabeza de la cirugía cibernética: a Eduardo Zaplana, cuando era alcalde de Benidorm, le implantaron en el hígado un coche deportivo de 16 válvulas y por eso corre tanto y llegó a Madrid en tiempo récord. Si no se estrella en su camino hacia la fortuna infinita, pues cuando se toman tantos riesgos en las curvas del circuito financiero todo puede ocurrir, terminará en la Moncloa.

Un colega suyo, Rafael Blasco, tiene un microchip en la pituitaria que está programado para dar giros ideológicos a la derecha cada cinco años. En estos momentos, se encuentra momentáneamente en el neoliberalismo a ultranza, pero nadie sabe dónde terminará. En cambio al socialista Joan Ignasi Pla se le están descargando las pilas alcalinas que lo hacen andar y se teme que en unos meses lo dejen tirado en la cuneta.

¿Y qué decir del jefe actual del Partido Popular en estos lares? Francisco Camps ya no tiene corazón: se lo cambiaron en una clínica privada (y subvencionada) por un escapulario de monseñor Escrivá de Balaguer y desde entonces la enseñanza de la plusvalía de Dios funciona de maravilla en los colegios. Por su parte, los machacas gubernamentales de segunda fila, esos que se encargan de que el engranaje político avance sin atascos, en lugar de cerebro tienen una máquina tragaperras conectada por telefonía móvil con el tubo digestivo del sector de la construcción: una estructura de cemento armado, apetito insaciable y deyecciones generosas. Da gusto vivir en el mundo de hoy.

www.manueltalens.com

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