Del mercado al plato en pleno Raval

Entre la Barcelona mestiza que celebra agitando su peluda cabeza cada movimiento de Manu Chao y cada apertura de un nuevo local de cruce, y la Barcelona moderna que no agita nunca la cabeza, no sea que se despeine, se sitúa este pequeño establecimiento. En pleno Raval, equidistante en concepto y en espacio del Bar Ra y del Lupino, Iposa es probablemente el restaurante que ofrece una mejor relación calidad / precio de la zona. Aire moderno, de café algo intelectual, por la tarde; de copeo, ya entrada la noche, y de cena buena, bonita y barata.

La cocina, minúscula, acorde con las dimensiones del espacio (no más de 12 mesas, si contamos la estupenda terraza), ofrece una reducida carta en la que las opciones del día prevalecen sobre los límites de un menú en constante cambio. Pasta del día por poco más de seis euros y plato principal por siete, dependienco de lo que se haya comprado la misma mañana en el cercano mercado de la Boquería. Además, una selección de ensaladas (notable la de jamón de pato) y carpaccios (el de bacalao evita las florituras y triunfa por su sencillez) para abrir boca. Todo, entre cuatro y siete euros. La solución de continuidad es breve pero intensa. El magret de pato y la dorada, cuando están presentes en la carta -es complicado destacar platos en un menú tan dinámico como éste-, osan llegar a los ocho euros, mientras que, si tiene suerte y ese día el chef ha decidido abandonarse al solomillo de cerdo con sésamo y pimienta rosa sobre puré, por poco más de seis euros tendrá un segundo. Cuando explique lo que le han dado y lo que le ha costado nadie le creerá.

La copa del tinto de la casa no sobrepasa los 2,50 euros. Las consabidas selecciones de blancos de la tierra, riojas y algún escogido somontano acaban de conformar una carta de vinos simple, pero efectiva. La clientela es una mezcla de nórdicos residentes, jóvenes del barrio y algún que otro turista que compró la guía correcta.