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Reportaje:

Una lección de vida

Presos de la cárcel de Albolote cuentan sus experiencias a alumnos de secundaria en Alcalá la Real

"La cárcel está abierta para todos y no entiende ni de sexo, edad, ni de clase social. Igual ocurre con la droga, no es sólo patrimonio exclusivo de barrios conflictivos y marginales". Éstas son algunas de las ideas que se escucharon, de boca de unos conferenciantes muy especiales, durante la mañana de ayer en el salón de actos del instituto de educación secundaria Alfonso XI de Alcalá la Real (Jaén). Cuatro reclusos del centro penitenciario de Albolote fueron recibidos entre aplausos por cerca de un centenar de alumnos de primero y segundo de Bachiller. Estos jóvenes, de entre 16 y 18 años, esperaron a que los internos, en cuyos rostros se entremezclaba la timidez con la sorpresa y la alegría por tal recepción, recorrieran el pasillo hasta subir al escenario.

Todo empezó cuando en una clase de Sociología algunos profesores decidieron organizar una visita a una cárcel. Pero, la burocracia a la hora de pedir los permisos y otorgar las autorizaciones correspondientes provocaron que, "este intento de aproximación a la realidad de un colectivo que vive al margen de la sociedad, no se llevara a cabo", cuenta Jesús Castillo, director del Alfonso XI.

Entonces, el centro educativo contactó con Voluntariado de Prisiones de Capellanía, una ONG de Granada que persigue, entre otros objetivos, fomentar la actividad cultural dentro de las cárceles y organizar visitas y encuentros en centros educativos. Este colectivo no gubernamental, al que pertenecen más de 100 socios y que cuenta con una amplia representación de profesores ya jubilados, persigue "potenciar un mayor conocimiento de la vida en prisión y, que al mismo tiempo, esta experiencia sirva de prevención de la delincuencia y el consumo de drogas", señala Concepción Caballos, miembro de la ONG y profesora, durante muchos años, de Literatura en el instituto alcalaíno. "Son lecciones de vida que no se imparten en las aulas", añade esta profesora.

Ahora, los maestros son Miguel, Mamen o Jesús, quienes durante la mañana de ayer mantuvieron con la boca abierta a toda la audiencia. Ellos contaron cómo siendo unos "chavales normales y corrientes", igual que los alumnos que escuchaban sin parpadear, cayeron en el mundo de la droga, "primero con el primer porro y después robando para poder pagar la cocaína, las pastillas o la heroína".

Aunque el sentido del humor no lo han perdido, detrás de cada uno ellos se encuentra un drama personal y familiar. Miguel, de 32 años de edad, lleva cumpliendo condena seis años y aún le quedan otros cuatro más. "Cuando entré dejé a mi hijo con seis meses y, ahora, prácticamente no le conozco. He perdido diez años de mi vida y, todo, porque tenía curiosidad por saber qué se sentía con la droga y porque quería ser como mis amigos", subraya Miguel.

Mamen, a los 14 años empezó a pincharse heroína y ahora dice que se siente "sola" porque ha perdido a sus tres hijos, porque la "cárcel es muy chunga" y porque se acuesta y se levanta con "el corazón encogido".

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Para Jesús, que lleva cinco años presos, la cárcel le ha salvado la vida. "Estaba muy enganchado, empecé por las pastillas y casi me muero. En la cárcel me he sacado el graduado escolar, aunque no veo la hora de salir en libertad", puntualiza este gaditano de 31 años que empezó a delinquir a los 14.

Por su parte, Mario y Yolanda son dos estudiantes de primero de Bachiller. Hasta el momento no habían tenido la oportunidad de hablar con ningún recluso. "No son tan malos como parecen, hay que conocerlos y también sus circunstancias personales", explica Yolanda, quien aboga porque a toda persona se le conceda una segunda oportunidad.

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