La salud no es negociable
Los accidentes laborales son una lacra que hunde sus raíces principales en las condiciones en las que se desarrollan las labores profesionales cotidianas. La precariedad laboral, las jornadas de trabajo interminable (más las horas de desplazamientos), la desinformación intencionada sobre las medidas preventivas y las tareas desarrolladas por cuenta o a destajo, son sin duda alguna las causas principales de este tipo de accidentes.
La política en esta materia ha venido siendo consensuada con los agentes sociales "institucionales", por lo que habría que preguntarse: ¿no comparten ninguna responsabilidad?, o es que en los sectores (construcción, metal, campo, transporte) y colectivos (autónomos, subcontratados y precarios, en general) no tienen presencia los sindicatos como para influir y actuar decididamente.
De todas formas, gracias, señor Viera por no contestar a la ¡única! solicitud de CGT-A de formar parte de un órgano consultivo andaluz (Consejo Andaluz de Prevención de Riesgos Laborales).
La mayor responsabilidad en esta problemática la sigue teniendo el propio movimiento sindical, que la ha colocado en la cola de las diferentes plataformas reivindicativas sectoriales y/o de empresas (convenios colectivos), cuando ya está todo negociado, o es frecuente moneda de cambio en las negociaciones, recurriendo, en muchos casos, al trueque de la salud por un plus de peligrosidad, cayendo así en la dinámica de aquellos que están dispuestos a vender su vida por cuatro pesetas o entrando al trapo de aquellos empresarios desaprensivos que ven a los trabajadores como siervos y, por tanto, se sienten dueños de su vida, familia y hacienda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.