Distintas soledades
La aparición de una nueva editorial en el panorama de la literatura vasca en castellano debe saludarse con el reconocimiento que se merece. Cuando la creación y el mercado van tanto de la mano en la sociedad postindustrial, resulta decisivo el papel de los mediadores y de una editorial como referente al que pueden dirigirse los nuevos autores. Elea, la nueva editorial que dirigen Alex J. Oviedo e Iñaki Mendiguen, parece nacer con vocación de cierto riesgo: dar cabida a jóvenes autores vascos, creando una línea que se ciña a los gustos estéticos de los responsables.
El primer libro publicado se titula No te llamaré soledad y lo firma Sergio Arrieta (Marsella, 1961), que de esta forma se une a la nueva promoción de narradores que parece surgir en la literatura que se escribe en Bilbao.
Arrieta presenta una colección de relatos que se circunscriben a un tema: el de la soledad, presentado desde diversas facetas. Algunos de los cuentos se acercan claramente a la literatura fantástica, y el tema de la transmutación de almas, tan cercana al tema del doble, se trata en alguno de los cuentos (en el excelente Por las sendas del cielo), pero la concepción de esa veta de la literatura se concibe en Sergio Arrieta de forma más plural que la que proviene del surrealismo. Las figuras míticas tradicionales presentan menor novedad (Memorias de una vieja sirena) y se emparentan con una concepción de lo fantástico que proviene del romanticismo. De acuerdo con el tema, algunos cuentos se ciñen al devenir de un único personaje (Muerte de un señor dignísimo) o se apoyan en el monólogo del narrador (Terapia de grupo, El parque), y muchos tocan la doble visión: doble realidad, búsqueda de un tiempo pasado, doble discurso con una sorpresa final.
Además de atenerse a un único tema (la soledad, diseño temático que parece romperse en alguna ocasión), y construir así un ciclo narrativo, Arrieta destaca en el uso del lenguaje. Los ingredientes de una atrayente forma de contar (humor, absurdo, erotismo, ironía) se unen a una concepción de la prosa que busca la coloración poética, el rigor esteticista, y quizás sea en este punto donde el efecto que consigue en el lector se diluya un tanto. No por los galicismos, que eran fácilmente subsanables, o las repeticiones, sino por una sensación de concepción tradicional del estilo que deja en el lector un regusto a algo ya conocido, a una escritura que se recrea en la imagen.
Sergio Arrieta: No te llamaré soledad. Elea. Bilbao, 2003, 171 páginas. 15 euros.
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