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Columna
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En el cine

Los silbidos y otras muestras de desaprobación pueden aparecer al final de la película y en los festivales. No es normal que una proyección cinematográfica de una sala comercial se vea precedida de una protesta del público. Sin embargo, eso fue lo que pasó la noche del pasado viernes en una de las salas del cine Martí de Valencia.

El asunto es que los anuncios publicitarios se pasaban a un volumen capaz de destrozar las murallas de Jericó y, casi, las del mismísimo Ariel Sharon. Algo, por otra parte muy al uso en cualquier sala de cine y que el público aguanta con el conformismo habitual de los tiempos que corren. Pero la otra noche, alguien dijo basta y llamó a una empleada, que levantando la voz explicó como la cosa más natural del mundo que ése era el volumen habitual, "un poco más alto durante los anuncios que a lo largo de la película". "Es automático, como en la tele", añadió con desparpajo antes de provocar la protesta del resto de los espectadores, que no estaban dispuestos a quedarse sordos o imbéciles.

Puede que sea cierto y que el machaque sea "lo normal". A fin de cuentas la técnica de imponer los mensajes a través de la trepanación está teniendo mucho éxito en la esfera de la política, a tenor de cómo le va a Berlusconi o al PP, un partido que se ha revelado como de auténticos maestros en el uso del berbiquí ideológico. Da igual que el AVE tarde 10 años en construirse, que recorra media España, yendo a Madrid por Albacete o que, como explica Gregorio Martín y el Instituto de Robótica, estén dando gato por liebre y reclasifiquen como de Alta Velocidad, líneas ya construidas. El taladro mediático machaca que "pronto tendremos AVE", como repite que "pronto tendremos el agua del PHN" y que si no es así, es por culpa de los socialistas. Y para evitar que éstos usen técnicas de contraprogramación han optado por ir al copo, es decir por controlar todas las cadenas y emitir siempre idénticos anuncios.

Tomemos dos ejemplos de ayer, sin ir más lejos. La Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos (FAPA) de Valencia denunció que la alcaldesa, Rita Barberá, sigue sin conceder la beca de comedor escolar a 741 alumnos de educación infantil, que el Ayuntamiento sólo las ha concedido a 258 familias que se encuentran en estado de extrema necesidad y que en cambio se han hecho efectivas "las 3.529 ayudas del consistorio para todos los niveles de la escuela concertada". ¿En cuántos telediarios han informado de este problema? ¿Y sobre las críticas de la Asociación de Mercados Municipales de Valencia y de la Comunidad Valenciana por las trabas que encuentran en Mercavalencia para abastecer en buenas condiciones a sus clientes y por la competencia desleal de los supermercados? ¿Será porque las becas escolares o los precios de la cesta de la compra son temas que no interesan? Posiblemente sea así y la trepanación haya causado ya sus efectos y la catatonía ciudadana es más grave de lo que pensamos. Si en California también miles de obreros, de mujeres y de hispanos han sido capaces votar al borinot de Schwarzenegger, no veo por qué aquí no podría ganar por mayoría absoluta, el Parotet de Bancaixa.

Sí queda la opción de plantar cara a la desmesura publicitaria como hicieron los espectadores del Martí en la noche del viernes. Pero me temo que el film -el Soñadores, de Bernardo Bertolucci- que les congregó no es una película que tenga mucho público.

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