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Reportaje:RADIOGRAFÍA DE UN DISTRITO DEPRIMIDO

Las alas de Villaverde

Las inversiones de la Comunidad no logran cicatrizar las viejas heridas sociales de este distrito del sur de Madrid

Desoyendo los consejos de su madre, Johnny se agacha decidido hacia el hormiguero y rompe con sus dedos la hilera de hormigas obreras que desfilan en dirección a unos restos de comida. Coge una, comprueba que la elegida es la más gorda de la colonia y la mete en un bote de plástico transparente que lleva colgado al cuello. Ha capturado a cientos de hormigas, todas enormes y con alas.

En el campamento de chabolas de El Salobral, situado en el distrito de Villaverde, coleccionar insectos es probablemente una de las pocas aficiones de un niño de nueve años. Johnny y su familia viven de espaldas a la piscina olímpica, el conservatorio, la biblioteca, la unidad central de policía, el centro para mayores y el colegio bilingüe que se han inaugurado en los últimos años en este distrito del sur de Madrid. "Vivimos peor que los indios. Ellos por lo menos tienen selva...", protesta Jerónimo delante de su nueva chabola. De la anterior no quedan más que las cenizas. Ardió hace un mes.

No hay ni un alma en las instalaciones del polideportivo de Plata y Castañar
"Más que delincuencia, aquí lo que hay es vandalismo", dice el concejal del distrito

Los habitantes de El Salobral no son una excepción. Muchos otros vecinos de Villaverde no conocen las infraestructuras que han brotado en el distrito, pero sí han oído hablar de los últimos homicidios registrados en la zona, las carreras de coches clandestinas y el aumento de la prostitución.

Villaverde (123.956 habitantes) es uno de los distritos de la capital que más ha cambiado en los últimos años. Los antiguos polígonos industriales pasaron a mejor vida en los años ochenta y sobre ellos se levantaron cientos de nuevas viviendas. Esta crisis económica sedimentó las protestas vecinales a lo largo de la pasada década, alentadas por la altísima tasa de desempleo -que llegó a afectar a uno de cada cuatro habitantes activos- y la brutal irrupción de la droga en la vida cotidiana.

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La situación alcanzó su cima en 1997. Ese año, tras una manifestación de vecinos que acabó en batalla campal, el Gobierno autónomico de Alberto Ruiz-Gallardón decidió tomar cartas en el asunto y aprobó un plan de ayuda para el distrito de 18.000 millones de pesetas (108.000 euros). Por eso se le conoce como el plan Villaverde. Todos esos ceros se han convertido en estos seis años en infraestructuras y equipamientos sociales y culturales que antes escaseaban. Pero las asociaciones de vecinos y los partidos de la oposición se preguntan si las inversiones han servido para atender las auténticas necesidades del distrito.

Los sábados por la mañana, los bancos del paseo de Alberto Palacios, en pleno centro de Villaverde Alto, están ocupados principalmente por jubilados (un 17% de la población) con vocación de tertulianos que saltan de una conversación a otra sin esmerarse mucho en sus argumentos. "La Sarita Montiel está liada con un cubano que le quita los dineros... la izquierda está fatal... eso lo dices tú que eres de derechas...", regañan tres de ellos. Tampoco se ponen de acuerdo sobre la situación exacta del barrio de Plata y Castañar. Si alguna vez pasaron por allí, fue hace mucho tiempo.

Ninguno de ellos acierta con la ubicación de este paraje posindustrial poblado por pisos de realojo y con límites exóticos: el colegio bilingüe New Center -donde se enseña inglés y alemán-, la Junta Municipal de Villaverde, un asentamiento de infraviviendas y un moderno polideportivo en cuyo cartel reza la esperanza olímpica "Sede de Madrid 2012". En medio de todos, un enorme solar del Ivima (Instituto de la Vivienda de Madrid) donde hace diez años que no se construye nada y aún humean las cenizas de un coche quemado la pasada noche.

Allí, Paco, un obrero de 42 años, ayuda a un familiar a reparar un coche en mitad de la calle. Los dedos, llenos de grasa, han dejado negro el cigarrillo que fuma lentamente mientras se recrea en su relato de los problemas del barrio: "Nos tienen abandonados. El solar lleva diez años acumulando mierda, los barrenderos sólo pasan una vez por semana y las terrazas de nuestros pisos están pudriéndose. ¡Hace falta que muera alguien para que hagan algo!".

Paco prosigue su embestida contra los poderes públicos sin darse cuenta de que está pisando un hormiguero. Su hermano, de 34 años, le aparta del agujero, coge una de las hormigas y la mete en un bote lleno de ellas. "Son para mis dos salamanquesas", sonríe.

Luis tiene una teoría sobre los problemas del distrito que quiere plasmar en una película: "Se titula Alunizaje. Va sobre los aluniceros, esos chavales que empotran los coches contra las lunas de las joyerías para robar dentro. La idea es mostrar que esos chicos son los hijos de aquellos delincuentes que se hicieron famosos en los años ochenta en películas como Deprisa, deprisa. Han cambiado las formas, pero siguen metidos en la delincuencia y en la droga. Y si siguen así es porque no hay oportunidades. O no se ha hecho nada, o lo que se ha hecho no ha servido".

Una de las cosas que hizo la Comunidad con los 18.000 millones de pesetas del plan Villaverde fue instalar una piscina de dimensiones olímpicas en el polideportivo de Plata y Castañar. Allí, un sábado por la mañana no hay ni un alma. Mariano, el encargado, ensalza la categoría de las instalaciones y asegura que "todavía no hay mucha gente porque fueron inauguradas en verano y la gente no las conoce demasiado bien".

La explicación de los vecinos a este aparente desinterés por el deporte es muy diferente. "La gente pasa de ir porque por allí van muchos niñatos que roban en los vestuarios y se hacen los amos de la piscina", comenta una vecina.

En cambio, según comentan varios residentes, las instalaciones deportivas del municipio colindante de Getafe se llenan de vecinos de Villaverde. Existe una presencia constante de Leganés y Getafe en las conversaciones de los vecinos. Ambos municipios constituyen una referencia para un distrito que ha visto cómo se les escapaban con el paso de los años.

Mientras las ciudades del llamado cinturón rojo crecían -y siguen haciéndolo-, a Villaverde le persiguen los titulares de prensa: "El distrito con más paro", "La droga se ceba en Villaverde", "Aumento de la delincuencia", "La prostitución de la Casa de Campo se desplaza a Villaverde", y otros.

El pasado 12 de julio, Luisa Trueba Chala, de 64 años, fue hallada muerta atada de pies y manos y con señales de violencia en su casa de la calle de Moncada. Esta mujer de aspecto enfermizo y que arrastraba una fuerte depresión se convirtió en una de las últimas víctimas de la oleada de inseguridad que azota el distrito.

Sin embargo, hay voces que insisten en que la inseguridad que sufre Villaverde es más subjetiva que objetiva. Es decir, un estado de ánimo, en lugar de una amenaza real. Así opina Mari Prado de la Mata, presidenta de la Asociación de Vecinos del barrio de San Cristóbal de los Ángeles: "Es una sensación que los medios de comunicación promueven. Además, cada vez se denuncian más cosas, como el robo de un cuaderno, y eso hace que la gente viva atemorizada. Eso se arregla con una mayor presencia policial, que tiene más un efecto psicológico sobre los vecinos que consecuencias reales".

En términos parecidos se expresa el concejal de distrito, Carlos Izquierdo (PP), quien cree que "más que de delincuencia, en Villaverde hay que hablar de vandalismo".

Fernanda Luque, vecina del distrito, discrepa, y lo ilustra con su experiencia. "Nos han robado el coche 10 veces, pero la última fue la peor. Mi hijo salió de casa para ir a clase y vio que unos chavales se estaban llevando el coche. Avisó a mi marido y salieron de casa con el otro coche a perseguirlos. Mientras, yo llamé a la policía y me salió la de Leganés, que me dijo que no era territorio suyo", cuenta Fernanda. Y prosigue: "Por fin, mi marido, mi hijo y mi hija encontraron el coche abandonado. Cuando mi hijo se lo iba a llevar, empezaron a salir de todas partes niños de unos 13 o 14 años, que le preguntaban por qué se llevaba el coche si no era suyo. Entonces salió mi marido con una barra de seguridad y les dejaron irse".

Los distritos de Usera y Villaverde comparten comisaría. El representante del grupo municipal socialista en la Junta de Distrito, Manuel García-Hierro, denunció hace un mes esta situación por "ser dos de los distritos más conflictivos de Madrid" y pidió la convocatoria urgente de la Junta de Seguridad Local. La mayoría de las denuncias que se reciben son por robos de coches, según fuentes policiales. El dato no es nuevo para los residentes del distrito, que ven en esta actividad la sombra de algo que para muchos es una leyenda urbana y para otros uno de los mayores problemas de inseguridad en Villaverde: las carreras clandestinas de coches. Existir, existen, según afirman los vecinos, aunque ninguno de éstos las ha visto.

Nadie sabe exactamente en qué consisten estas carreras, nadie sabe si es algo organizado, si hay apuestas de por medio ni quiénes son los que cada día recorren las calles de esta y otras zonas de Madrid a velocidades de competición. En el paseo del Puente Alcocer, a partir de las ocho de la tarde y cada quince minutos, se oyen derrapes y el ruido de los motores a todo gas. No es sólo ruido. Estos improvisados rallies por las nuevas carreteras de Villaverde también han dejado sus efectos en la población: el pasado 2 de junio, uno de esos chicos atropelló al cura de la parroquia de San Félix. La policía conoce el fenómeno y lo atribuye a jóvenes que roban coches, los conducen de forma temeraria y luego los queman y abandonan en la calle.

Las carreras de coches no son más que un tramo de un circuito mucho más complejo: fracaso escolar, droga, paro, delincuencia... Las cifras del distrito dan idea de que salir de ese circuito no es fácil. La tasa de paro es la más alta de Madrid, un 8,40%, casi dos puntos por encima de la media de la capital -6,65%-. Villaverde también es el distrito de menos renta per cápita (8.140 euros anuales) y el que cuenta, tan sólo tras Villa de Vallecas, con el índice más alto de absentismo escolar.

La droga sigue siendo una de las lacras que impiden al distrito remontar el vuelo. Y las autoridades lo saben. En la memoria de la Agencia Antidroga de 2002, Villaverde y San Blas son los únicos distritos que aparecen en las estadísticas junto con otros puntos de frecuente venta de estupefacientes como Las Barranquillas, Pitis y Méndez Álvaro y El Salobral.

En ese poblado chabolista, ante las cenizas de su casa, la familia de Johnny lanza quejas al cielo y reclama un piso o la posibilidad de salir de aquel lugar. Otros muchos vecinos de Villaverde comparten ese deseo: volar de allí.

Tras el rastro de Raúl

Un cartel que colgaba hasta hace poco en el barrio de Plata y Castañar tenía la siguiente leyenda: "Zona marginal". Las asociaciones de vecinos intentan desde hace años arrancar esa etiqueta al distrito y, aunque reconocen que los 18.000 millones invertidos por la Comunidad han ayudado, creen que aún hay mucho por hacer.

Los partidos políticos de la oposición también ven el vaso medio vacío. "Esto es como la convergencia con la Unión Europea. La situación inicial era de una gran desventaja, por lo que no era tan difícil mejorar", señala Julio Misiego, concejal de Izquierda Unida y vecino de Villaverde. Una de las armas que casi todos esgrimen para acabar con la marginalidad es la comunicación con el resto de la capital y los alrededores. Por eso, una de las obsesiones del Plan Villaverde fueron las infraestructuras.

El concejal de distrito, Carlos Izquierdo (PP), glosa algunas de las construidas con las ayudas regionales: "La avenida de Córdoba, la Gran Vía, cuyo segundo tramo se abre en seis meses, la conexión con Getafe...". Pero ni rastro de la gran reivindicación clásica de este distrito: el metro, que queda como carne de promesa electoral.

En Villaverde, los vecinos han adaptado la realidad a sus necesidades. Aquí, al tren de cercanías se le llama metro y al concejal de distrito, alcalde. Reminiscencias de un pasado en el que era un municipio independiente de Madrid y tenía Ayuntamiento propio. No fue hasta los años cincuenta, con la oleada inmigratoria en busca de empleo en la industria, cuando pasó a formar parte de la ciudad de Madrid.

A su favor, una población combativa -cada vez más envejecida, eso sí- que cuenta con una gran tradición asociativa. El concejal de distrito, Carlos Izquierdo (PP), lo sabe, y por eso habla siempre de consultar a las agrupaciones vecinales antes de tomar cualquier decisión.

Prado de la Mata es la presidenta de la asociación de San Cristóbal de los Ángeles y defiende su distrito con pasión: "De aquí no sólo sale marginalidad. Fíjate en Raúl, el jugador del Real Madrid. Y él es sólo un ejemplo".

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