A la Real le basta una jugada
Osasuna peca de humildad al final y malgasta su lección de táctica y juego en Anoeta
Hasta un educadísimo Javier Aguirre, una especie de técnico en periodo de extinción por su cortesía, perdió los estribos. El entrenador de Osasuna se cebó con el árbitro tras la consecución del gol por parte de la Real y fue expulsado no tanto por lo que influyera el cabezazo de Kovacevic como por la impotencia que le sobreviene a un equipo cuando domina el balón, ocupa el campo en una invasión abrumadora, maneja el tiempo del partido y, sin embargo, acaba perdiendo.
Así fue. Que la Real no ganó, sino que Osasuna perdió tras haber dominado a su antojo durante 45 minutos, incluso con soberbia, sometiendo a la Real al ingrato papel de los equipos menores -es decir, a correr detrás del balón y perderlo a la primera de cambio-, pero arrugándose después, cuando la Real puso una velocidad más, pero sin desmelenarse, y perdiendo en una acción puntual por la desafección defensiva... de un delantero. En pleno agobio del equipo donostiarra, la defensa despejó. Bakayoko, en tareas defensivas, recogió el rechace al borde de su área y decidió ponerse a jugar rodeado de mastines realistas que habían olido una presa débil. En vez de un voleón, la pinchó con la puntera y la perdió. Y la jugó Rekarte, otro insolente del fútbol que suele desatascar a la Real en los momentos confusos, y Kovacevic, un depredador, hizo lo que mejor sabe: cabecear.
REAL SOCIEDAD 1 - OSASUNA 0
Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Kvarme, Schürrer, Aranzabal; Karpin (Prieto, m. 68), Xabi Alonso, Alkiza (Aranburu, m. 77), Gabilondo; Nihat y Kovacevic (Jauregi, m. 87).
Osasuna: Sanzol; Izquierdo, Mateo, Cruchaga, Antonio López; Valdo (Muñoz, m. 75), Puñal, Pablo García, Moha (Pinheiro, m. 86); Webo (Aloisi, m. 83) y Bakayoko.
Gol: 1-0. M. 76. Centro de López Rekarte y cabezazo impecable de Kovacevic.
Árbitro: Tristante Oliva. Expulsó directamente a Javier Aguirre, el técnico de Osasuna, por protestar tras el gol de la Real. Amonestó a Schürrer, Kvarme, Izquierdo, Antonio López y Pablo García.
Unos 25.000 espectadores en Anoeta.
Pues por eso, sólo por eso, perdió Osasuna, un equipo que impartió una lección táctica en Anoeta de cómo se empequeñece un campo. Aguirre ha conseguido que la personalidad histórica del equipo navarro -presión, mordiente, entrega, derroche, toda esa colección de palabras épicas- sirva para algo más que empapar la camiseta. Para eso ha contado con el inestimable apoyo de Pablo García, un futbolista duro, implacable, pero con el don de la ubicuidad, y con Puñal, que hace honor a su apellido por lo sibilino de su presencia. Todos, bien organizados en torno a esa pareja, presionando muy arriba -hasta con cuatro hombres frenaba Osasuna la salida de la Real- consiguieron reducir al equipo de Raynald Denoueix al concepto de equipo inexperto, sorprendido, humilde.
Con decir que Karpin y Nihat eran elementos decorativos se puede resumir la primera mitad, en la que apenas hubo un cabezazo de Schürrer, que repelió Sanzol, y un lanzamiento de falta de Pablo García que Westerveld siguió con la mirada con esas dioptrías que exhibió nada más llegar a la Real, en pleno despiste.
A Osasuna le faltó lo que le falta habitualmente, un killer. Aguirre apostó por Bakayoko y Webo, que juegan bien a la carrera, rompiendo en velocidad, pero que son muy débiles con el balón en los pies.
Perdidos 45 minutos preciosos, Osasuna permitió crecer a la Real, que aprendió que la mejor manera de librarse de la presión es mover con rapidez el balón. Osasuna se acoquinó -al ritmo de la primera parte, es imposible aguantar un partido-, cedió el balón, cedió el terreno, es decir dejó el partido en el hueco cerebral de los artistas, siempre dispuestos a un aria espléndida. Y para eso se las pinta un insolente Rekarte, que nunca hace ascos a una finta entre varios contrarios., y un goleador pertinaz, Kovacevic, siempre enchufado, aunque no haya olido el balón en todo el partido. Ellos se inventaron un gol y ganaron. Y Osasuna se someterá ahora a una terapia de grupo para entender cómo perdió ante un rival que casi se limitó a mirar cómo jugaba. Aguirre ya pagó con la expulsión.
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