China entra en la era de la revolución espacial
Un programa espacial tripulado puede beneficiar el desarrollo de la tecnología (...). Es un símbolo de la fortaleza nacional y es un gran impulso para el prestigio del país". Con estas palabras resumía el Diario del Pueblo, el principal periódico chino, el lunes 13 de octubre, el significado que tenía la inminente primera misión espacial tripulada china de la historia.
Aún no habían sido hechos públicos la fecha de despegue, ni el nombre, ni siquiera el número de tripulantes, pero el Gobierno había abierto las esclusas a los medios de comunicación, tras meses de secretismo, para que alentasen el fervor patriótico y el sentimiento nacionalista ante un acontecimiento que se produciría dos días después.
El vuelo se ha producido cuatro décadas después de que el soviético Gagarin se convirtiera en el primer ser humano en girar alrededor de la Tierra
A las nueve de la mañana del 15 de octubre (el mes que vio nacer la República Popular China en 1949), al día siguiente de la finalización de una importante reunión del Comité Central del Partido Comunista destinada a acelerar las reformas económicas, un cohete Larga Marcha 2F despegó hacia el infinito desde la base de Jiuquan, en el desierto de Gobi, en busca del sueño milenario de alcanzar las estrellas. Y, de paso, el prestigio internacional.
Llegar al cielo
China es un pueblo de grandes leyendas, en el que los símbolos continúan desempeñando un papel importante en la política y la vida diaria. Y la conquista del espacio no es ajena a ellos. "En chino hay una expresión que explica muy bien lo que representa esto: 'yi bu deng tian", dice una joven. "Significa llegar al cielo de un solo salto, es decir, alcanzar la cima del poder de un paso. Para el Gobierno, el programa espacial es una forma de lograr la supremacía".
Los dirigentes no lo han ocultado, y han recordado una frase de Deng Xiaoping, quien aseguró que sin programas nuclear y espacial "China no puede ocupar un lugar entre las grandes potencias del mundo". Las declaraciones efectuadas tras el aterrizaje del cosmonauta Yang Liwei, después de dar 14 vueltas a la Tierra en 21 horas y 23 minutos, son una muestra. "Es la gloria de nuestra magnífica tierra madre (...). Es un paso histórico para el pueblo chino en su ascenso a la cumbre mundial de la ciencia y la tecnología", dijo el presidente, Hu Jintao.
Los líderes chinos esperan que este acontecimiento sirva para "rejuvenecer el espíritu nacional e incrementar la fuerza de cohesión nacional", según ha declarado Xie Mingbao, director de la Oficina de Ingeniería del Programa Espacial Tripulado.
Cuatro décadas de retraso
El vuelo se ha producido cuatro décadas después de que el soviético Yuri Gagarin se convirtiera, en el año 1961, en el primer ser humano en girar alrededor del planeta Tierra. John Glenn, el año siguiente, fue el primer estadounidense en órbita.
La denominación empleada para el tripulante de Shenzhou V -la Nave Divina utilizada en este periplo- refleja el esfuerzo de Pekín por reivindicar su papel como miembro del exclusivo club de los tres únicos países que han colocado un ser humano en órbita. Si los rusos llaman a los navegantes cosmonautas, y los estadounidenses, astronautas, los chinos están promoviendo para el consumo internacional taikonauta, término derivado de la palabra taikong, que significa espacio. Para consumo interno utilizan mayoritariamente yuhangyuan (persona que navega en el espacio).
El lanzamiento tiene para Pekín, también, importantes connotaciones militares. Aunque las autoridades se han apresurado a asegurar que el país "no participará nunca en ninguna carrera armamentística en el espacio", la realidad es que el programa está encuadrado dentro del Ejército Popular de Liberación (EPL).
Estados Unidos ha valorado el logro, aparentemente, más como una señal del avance del gigante asiático que como una amenaza. "Creo que China está comenzando a emerger como un país sofisticado. Y tiene un gran potencial", dijo el presidente estadounidense, George W. Bush, tras conocer el resultado de la misión china. El astronauta Michael Foale, comandante de la octava expedición a la Estación Espacial Internacional fue más concreto en unas declaraciones a la agencia internacional Reuters. "No sólo es un potencial rival en el espacio, sino que ya es un rival económico. Y creo que militarmente también puede serlo", afirmó.
En los últimos años, China, miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha aumentado su peso político en los foros internacionales, donde está adoptando un papel cada vez más activo. Su intermediación en la crisis nuclear norcoreana es un buen ejemplo de ello.
India y Japón
El principal impacto estratégico y político de su programa espacial tendrá lugar, según los expertos, en dos países en concreto: India y Japón. Muchos consideran que Nueva Delhi impulsará en respuesta su sistema de misiles y satélites, y Tokio acelerará su plan de misiles de defensa.
Mientras tanto, Pekín no sólo obtendrá beneficios científicos, militares y de imagen de un proyecto que incluirá la construcción de una estación espacial para 2008 -el mismo año de sus Juegos Olímpicos- y la llegada del primer taikonauta a la Luna en 2020. Algunos observadores extranjeros creen que además tendrá retornos tangibles para la economía.
"Muchas grandes compañías y multinacionales se darán cuenta de que aquí no sólo hay productos de bajo valor añadido, sino también alta tecnología", asegura un empresario europeo. China ha invertido 2.200 millones de dólares en el programa tripulado desde que lo relanzó en el año 1992 tras haber estado paralizado durante dos décadas. Una inversión que algunos ciudadanos chinos consideran inapropiada, cuando hay decenas de millones de pobres en el país y la renta per cápita anual es de sólo 700 dólares.
Al final, el "gran salto hacia el cielo", como lo ha llamado la prensa local, podría llegar a convertirse también en un excelente negocio. Pekín dice que en el espacio hay recursos a los que no quiere renunciar, y piensa que el turismo espacial se convertirá un día en una industria.
"La humanidad puede llegar a crear un mundo físico inimaginable en la Tierra (...) y desarrollar un espacio de vida infinito y nuevas estilos de vida", ha asegurado Yuan Jiajun, el responsable de todo el programa tripulado. Y China quiere estar ahí.
Un astronauta motivo de orgullo
"CREO QUE LOS CHINOS somos gente inteligente, no somos estúpidos. En el pasado hemos sufrido mucho debido a las naciones de Occidente. Hubo las dos guerras del opio (siglo XIX), hubo tratados injustos, la invasión japonesa y otras cosas. Estuvimos sometidos. El pueblo chino quiere ponerse en pie. No pretendemos invadir a nadie, sólo queremos un respeto, un trato de igual a igual. Éste es nuestro sueño. De esta forma vamos a conseguirlo".
Quien así habla es Ma Rong, decano del departamento de sociología de Beida, la Universidad de Pekín, una de las más prestigiosas del país, e investigador del Centro para el Futuro de China. Es la interpretación que da de la misión espacial, a la que considera positiva para el desarrollo del país. "Es un gran logro de la tecnología china, y una consecuencia lógica del proceso de industrialización y modernización", dice Ma. Shenzhou V está basada en la nave rusa Soyuz, aunque ha sufrido numerosas modificaciones.
El sociólogo cree que el hecho de que el lanzamiento haya sido realizado en octubre sólo responde a las buenas condiciones atmosféricas que se registran este mes, aunque reconoce que su proximidad a la reunión del Comité Central del partido puede haber sido intencionada. Ninguna de las cuatro anteriores naves Shenzhou, todas ellas sin tripulantes, fueron lanzadas en octubre.
Ma quita también importancia al hecho de que su tripulante, Yang Liwei, haya sido entronizado como "héroe nacional". "Ocurrió lo mismo con el soviético Yuri Gagarin y con los primeros astronautas estadounidenses", dice. "Para China, esto ha sido un gran hito tecnológico. Hacía falta un símbolo". Un símbolo que ha contribuido a alejar un poco más aquellos recuerdos de la época, en la que, según cuenta el sociólogo, "durante la presencia colonial, en la entrada del parque, en Shanghai, había un cartel que decía 'Prohibida la entrada a perros y chinos".
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