Un maestro del entretenimiento
A punto de cumplir los 30 años, aunque escudado en un aspecto y una actitud de niño travieso muy capaz de escandalizar a los más mayores o a los más ortodoxos, el británico Robbie Williams demostró anteanoche en Madrid por qué se le puede considerar una de las pocas esperanzas de recuperar para la música pop el sentido de espectáculo divertido y sin más implicaciones culturales o serias. Espectáculo a lo grande, sin reparar en medios y haciéndole un tremendo corte de mangas a esa versión moderna del disimulo clásico que se ha dado en llamar lo
políticamente correcto.
Con el recinto lleno de un público entregado -dato que no se corresponde demasiado con las ventas actuales de discos del músico en España-, el incorrectísimo Robbie Williams empezó a protagonizar el concierto desde un rato antes de abrir la boca.
Robbie Williams
Palacio Vistalegre. Madrid, miércoles 22 de octubre.
Primero, las enormes pantallas de vídeo situadas a ambos lados del escenario ofrecieron la imagen del cantante en un vídeo de una de las causas benéficas en las que participa.
Acto seguido, otro vídeo comercial ofrecía una imagen humorística del intérprete y, justo antes de salir a actuar, un tercer audiovisual mostraba imágenes del artista con el Rock this way de Aerosmith de fondo. Por fin, con gran aparato sonoro, se veía impresa sobre el telón de fondo la imagen de Williams con alas de ángel y aspecto de diablillo tatuado. Entonces se abrió el telón, descubriendo un majestuoso escenario con 14 músicos en escena, 4 bailarinas y Robbie Williams con gafas oscuras y aspecto de macarra total.
El primer tema era Let me entertain you (Dejad que os entretenga) y a fe que durante las dos horas que duró la actuación el chico más golfo de los Take That lo consiguió de sobra.
Tremendamente simpático y picarón, el cantante alternó parlamentos repletos de ironía en los que bromeó con espectadores, y sobre todo espectadoras, invitó al público a llamar al hotel Palace para que se quejaran porque habían protestado de que Robbie hacía "mucho ruido" en su habitación, conminó a la audiencia a cantar el tema Strong, cuya letra iba apareciendo a modo de karaoke en las pantallas de vídeo, vaciló en inglés y en español, subió a una fan al escenario para terminar tocándole el trasero y estampándole un beso a tornillo, y mil bromas más que hicieron las delicias de un respetable poco acostumbrado ya a que la música pop incurra en frivolidad con flema británica.
En lo musical, Robbie Williams alternó piezas de todo su repertorio, alcanzando los mejores momentos en Come
undone, un No regrets que dedicó con ironía a sus ex compañeros en Take That, la versión del extraordinario tema de Jerry Jeff Walker -que han cantado Bob Dylan, Nina Simone o la Nitty Gritty Dirt Band, entre muchos otros- Mr Bojangles y sus canciones más bailables: Kids y Rock DJ.
Lástima que Robbie Williams no haya dado aún con un compositor a su medida, ya que, hoy por hoy, el artista está muy por encima de sus propias canciones. Pero, salvando este pequeño detalle, la actuación de Robbie Williams en Madrid es, sin querer desmerecer a nadie, lo mejor que ha pasado por la capital de España, en cuanto a pop en directo, en muchos, muchos meses. Quizá años.
Babelia
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