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De Madrid al cielo

Serán la fascinación y el exotismo que siempre aporta la distancia, o tal vez la pereza ante nuestro déjà vu, pero el hecho es que, con la ayuda de Internet y, sobre todo, del colega e incondicional amigo Eugeni Giral -para quien los kilómetros no cuentan siempre que haya una rareza bibliográfica, un pasquín o una pieza de literatura política por descubrir y capturar-, decidí darme un garbeo virtual por la campaña que hoy concluye para elegir, por segunda vez en cinco meses, la Asamblea parlamentaria de la Comunidad de Madrid.

¿Desprestigio de la política, alejamiento ciudadano respecto de los partidos y los procesos electorales? ¡No lo dirán por los más de 2.500 madrileños que aspiran a conquistar, pasado mañana, una de las 111 plazas de diputado regional! En efecto, pese a tratarse de unos comicios repetidos por causas tan conocidas como deplorables, y aun cuando en aquella comunidad autónoma únicamente tienen posibilidades de presencia institucional tres opciones (Partido Popular, PSOE e Izquierda Unida), lo cierto es que, inasequibles al desánimo o la fatiga, el próximo domingo competirán en las urnas hasta 22 candidaturas distintas, la gran mayoría de las cuales ya han cubierto sus objetivos con sólo haber disfrutado de los espacios gratuitos de propaganda electoral en Telemadrid.

Se mezclan, en ese elenco de listas, lo testimonial, lo pintoresco y lo estrafalario; así, por ejemplo, tenemos al Partido de la Asociación de Viudas y Esposas Legales -que, paradójicamente, incluye a algunos varones entre sus candidatas-, al Partido del Mutuo Apoyo Romántico -que encabeza el español de origen chino Hong Guang Yu Gao y se define como "laico y de izquierdas"-, al Partido Familia y Vida -antiabortista y hostil a las parejas de hecho-, a los ultraespañolistas de Democracia Nacional, al Partido Regional Independiente Madrileño, al Partido Político Unidad Ciudadana, a Tierra Comunera-Partido Nacionalista Castellano, a Otra Democracia es Posible, a Ciudadanos en Blanco -en sintonía, creo, con los catalanes de Escons Insubmisos-, a unos Progresistas Federales... Y, por descontado, a dos candidaturas falangistas y otras dos verdes, sin olvidar al Partido Humanista o a Izquierda Republicana.

Ni que decir tiene, la estrella de toda esta comparsería electoral es Nuevo Socialismo, la flamante formación engendrada por quienes son, en rigor, el padre y la madre de las elecciones del 26 de octubre: los tránsfugas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez. Haciendo de su capa un sayo, los dos antiguos cuadros de la nunca bien ponderada Federación Socialista Madrileña (FSM) ofrecen ahora "un proyecto político socialista, democrático, moderado, alejado de radicalismos y coaliciones socialcomunistas que no aportan nada a una sociedad moderna emergente del siglo XXI"; se postulan como paladines de la revuelta contra "la estructura de hierro de los partidos" hasta ahora gobernantes, prometen entre otras cosas "conciertos de música gratuitos en fines de semana con grupos noveles" y encabezan su propaganda con el siguiente eslogan: "Rebélate. Vota Eduardo Tamayo. Honradez probada". Convengamos que, frente a tal exhibición de atributos, el proverbial caballo de Espartero parecerá en adelante un equino castrado...

Pero no crean que, voluntario o involuntario, el sentido del humor y del sarcasmo esté circunscrito a los grupos políticos marginales, sino que alcanza también a los más grandes y finos, incluso al programa del Partido Popular que personifica doña Esperanza Aguirre, condesa consorte de Murillo y Grande de España. Así, en una de sus satinadas páginas, dicho programa afirma: "Queremos que la región madrileña sea la más segura de Europa". ¡De Europa! Mucho tendrán que aplicarse a ello, en una comunidad autónoma que lleva contabilizados 100 homicidios durante este año, y donde absolutamente todas las competencias y responsabilidades están desde hace muchos años en manos de ese mismo partido que ahora promete seguridad ciudadana como si acabara de caerse del nido.

En el caso del Partido Socialista, el problema es otro, y sus papeles de campaña lo reflejan a la perfección. Cara a la difícil prueba del domingo, el PSOE madrileño ha vuelto a distribuir, intacto, el programa de 300 páginas que preparó para las elecciones del pasado 25 de mayo, y se ha limitado a acompañarlo de una desganada "Resolución política" en 15 puntos y apenas 3 folios que resume su versión canónica sobre la crisis de Madrid: la "trama político-inmobiliaria" conchabada para hurtar la victoria de la izquierda, "la resistencia del PP a perder el poder", su "evidente connivencia con los sectores ligados a la especulación", el desafío antidemocrático que ello supone... y, frente a todo eso, un PSOE cuyo único error fue "incluir en nuestras listas a dos personas indignas" que "fueron inmediatamente expulsadas".

Es decir, ninguna autocrítica, ninguna asunción de responsabilidad política por lo sucedido, ningún crédito a la posibilidad -apuntada por socialistas cualificados como Joaquín Leguina o Cristina Alberdi- de que en el seno de la FSM hubiese viejas y graves disfunciones de la democracia intrapartidaria, nada. Prietas las filas, la lista encabezada otra vez por Rafael Simancas pide el voto para "restablecer la legitimidad del 25 de mayo", para hacer que el calendario retroceda hasta aquella mágica fecha. Pero no se da cuenta de que, en política, la legitimidad -y su hermana siamesa, la credibilidad- deben ganarse de nuevo cada día; y, desde el 25 de mayo, el socialismo madrileño ha contrastado muy poco las suyas. Es de temer que algunos electores sí lo hayan advertido.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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