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Reportaje:

Dejar la tristeza en fuera de juego dentro de la cárcel

La Fundación Real Madrid colabora con tres centros penitenciarios de la región para transmitir valores del deporte a los internos

Oriol Güell

Un balón, aire puro, muchos metros cuadrados de campo y un cielo azul radiante sobre sus cabezas. Esto es todo lo que necesitaron en la mañana de ayer un grupo de presos de Alcalá-Meco para sentirse, durante unas horas, los hombres más felices y libres del mundo.

Claudio Jiménez nació en Chile; Mohamed Matarchi y Essam Brahg, en Marruecos; Merescarpio, en Perú y Javier Comas, en Usera. Los cinco, junto a otros 17 reclusos más, jugaron durante casi dos horas un ruidoso y entregado partido de fútbol a las órdenes de Antonio Ruiz, ex jugador del Real Madrid y ganador de cuatro Copas de Europa con el equipo merengue.

"Es que la vida se hace muy monótona allí dentro", explica el chileno, mientras con el dedo señala por encima de un muro de hormigón de varios metros de altura coronado por una alambrada. En cada extremo del muro, sendas torretas vigilan todo lo que sucede en el terreno de juego y en los módulos cercanos.

"A los presos les das un poco de cariño y te hacen sentir como si les hubieras hecho el favor de su vida"

Un día normal empieza para los reclusos minutos antes de las nueve de la mañana. A las 10.00, duchados, vestidos y desayunados, salen al patio. Allí permanecen durante tres horas antes de regresar a los "chabolos", que es como los presos llaman a sus celdas. Allí comen y vuelven a salir a las 16.30 por otras tres horas. "Poder salir aquí a jugar te alegra el día y parte de la semana", añade Comas.

Ver la tele, participar en los talleres que organiza el centro penitenciario y pasear por el patio, a veces participando en un pequeño partido de fútbol sala, son las actividades con la que los reclusos llenan el tiempo.

Claudio Jiménez, Matarchi, Bragh, Merescarpio y Comas son muy jóvenes (todos tienen entre 18 y 19 años) y están entre rejas tras cometer delitos relacionados con la droga, lor hurtos y la violencia. Sus responsables en la cárcel aseguran que, a esas edades, las actividades como el deporte son "fundamentales para potenciar valores que les servirán a crecer como personas cuando abandonen el centro".

Antonio Ruiz destaca la entrega de los chavales: "Le ponen una ilusión y unas ganas tremendas. Son lo más agradecido que te puedas imaginar. Les das un poco de cariño y atención y su cara se ilumina, los ojos les brillan y te hacen sentir como si les hubieras hecho el favor de su vida", afirma.

El partido de ayer no será el único del que puedan disfrutar los presos de Alcalá-Meco. Desde hace dos semanas, y hasta el 18 de junio de 2004, la Fundación Real Madrid, la ONG Horizontes Abiertos y la Dirección General de Instituciones Penitenciarias llevan a cabo el proyecto de Escuelas Deportivas en Centros Penitenciarios.

Las mujeres del mismo penal y los hombres internos en Navalcarnero y Aranjuez, podrán jugar a fútbol y a baloncesto dos días por semana dentro de la misma iniciativa. En total, más de 250 reclusos de los dos sexos disfrutarán de proyecto en este su segundo año de existencia.

Para Jesús Calvo, director del Centro Penitenciario Alcalá-Meco, los partidos de fútbol y baloncesto constituyen "el más hermoso y rentable modo de llevar a cabo el principal objetivo de la cárcel: transmitir a los reclusos los valores adecuados para hacer frente a la vida". "Nuestra labor es rehabilitar y hacer de la privación de la libertada una privación sólo física, pero no espiritual. Que su paso por aquí sea el principio de una nueva vida para ellos", añadió Calvo.

Miguel Ángel Arroyo, director general de la Fundación Real Madrid, destacó la implicación del club blanco con las causas sociales. "La Fundación ya colaboraba con colectivos desfavorecidos como los niños disminuidos o los inmigrantes. Pero el año pasado nos propusimos apoyar a la ingente tarea de rehabilitación de los presos. El éxito fue enorme y este año hemos ampliado el número de centros y reclusos a los que llega el programa", explicó Arroyo.

La Fundación Real Madrid aporta los entrenadores de fútbol y baloncesto que acuden dos días por semana a cada centro penitenciario. Los partidos se juegan por las mañanas y, por las tardes, madridistas ilustres y reclusos celebran las denominadas Tertulias Blancas. La de ayer estuvo protagonizada por un vieja gloria de la hoy maltrecha sección de baloncesto: Fernando Romay. Éste no tuvo ningún problema en hacerse oír por los reclusos. Con sus 213 centímetros de altura sacaba dos cabezas a casi todos los presentes.

La buena técnica suramericana

Ni entre rejas pierden los jóvenes reclusos las características propias de su país de origen. "Te parecerá mentira, pero a los suramericanos se les nota que son más técnicos, más delicados con el balón cuando lo controlan o lo ceden a un compañero", explica Antonio Ruiz, ex jugador y ex entrenador del Real Madrid y coordinador de los entrenadores que la Fundación del club blanco aporta a la iniciativa Escuelas Deportivas en Centros Penitenciarios.

"A los marroquíes, en cambio, se les nota mucha garra, mucho carácter a la hora de defenderse y atacar", añade Ruiz.

No le faltan representantes de todas las nacionalidades a Rubio para poder comparar. En el partido de ayer había, al menos, jugadores reclusos marroquíes, españoles, peruanos, argelinos, chilenos y ecuatorianos.

La relación entre todos ellos es muy buena, según aseguran los propios reclusos. "Nos pasamos el día metidos en el chabolo [la celda], que compartimos con otro preso. Sería para matarnos si las pocas horas que podemos salir las dedicáramos a pelearnos", explicó el preso Javier Comas, que nació en Usera.

A su lado, Merescarpio y Claudio Jiménez, nacidos en Perú y en Chile, respectivamente, asienten con la cabeza. "No vale la pena buscarse problemas. Total, ¿para qué? Bastante complicado es estar aquí...", explica el peruano.

Claudio Jiménez llegó a España hace un poco más de dos años. Desde hace cinco meses permanece ingresado en Alcalá-Meco por un delito que prefiere no explicar. "Ya quedó atrás aquello. Ahora sólo pienso en salir de nuevo a la calle y empezar una nueva vida".

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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