Atrapados
Leer el artículo publicado el martes Los necios y los canallas, de Rafael Argullol, ha sido una buena manera de comenzar el día. Nietzsche dijo en una ocasión que el hombre está atrapado en las redes del lenguaje. Esto es, sin duda, cierto, y saberlo es conocer nuestros propios límites, conditio sine qua non es posible caminar hacia ninguna parte. Ahora bien, algunos (los canallas, decía Argullol) han encontrado en ello una nueva y eficaz manera de conseguir que los necios sigan (o sigamos) siéndolo, ahorcándolos con las redes de su lenguaje. Y es que, cuando no usamos palabra alguna para apuntar a una realidad, ésta deja de existir (al menos, aparentemente).
Estamos olvidando nombrar a las cosas por su nombre, empujados por el fantasma que alimentamos con cada eufemismo tragado sin digerir, fantasma que se parece sospechosamente o (por no contribuir más aún a nuestra autoaniquilación) más bien: no es otra cosa que el fenómeno del doblepensar que anunciaba Orwell en su 1984. Precisamente ése fue el año en que yo nací, viniendo a un mundo similar al que el libro descubre, un mundo en que el fantasma va ahorcándonos poco a poco dejándonos sin lo único que da sentido a la vida humana: nuestra capacidad para crear un futuro. Y es que son muchos los que se han creído ya eso de que el mundo va en la única dirección en que puede ir. No sé si estarán ustedes de acuerdo conmigo, pero creo que ya es hora de recuperar nuestras palabras, que no son otra cosa que nuestra humanidad.