Lo mestizo como razón
No es fácil saber si quienes acudieron a la inauguración del Festival de Otoño sabían muy bien lo que se iban a encontrar. El anuncio de una cantante que responde al más que sugerente nombre de Sapho y de una llamada Orquesta de Nazaret hacía pensar probablemente en aires orientales con toques de un mediterráneo clásico, es decir, en una cierta tradición más o menos exótica pero dentro de los cánones de la normalidad aunque ésta no fuera a resultar muy estricta. La realidad fue diferente, aunque en absoluto decepcionante.
El público tardó en entrar en el juego quizá porque la personalidad de Sapho -una cantante nacida en Marrakech, educada en Francia, que ha trabajado como periodista en Estados Unidos y que ha escrito unos cuantas novelas- le resultó demasiado apabullante, distante también, como un punto orgullosa y hasta algo pagada de sí misma. La propuesta creció con el propio espectáculo, como la distancia con la cantante se fue acortando tras una salida algo mandona. En su deseo porque hubiera más participación de la sala, Sapho, bajita y glamourosa, muy bien vestida por Alain Blanchot, llegó a mostrarse sorprendida de que los madrileños, gente del sur, decía ella, fueran tan comedidos. Y es que, ay, seguramente sí somos del sur, pero con la boca pequeña. El caso es que finalmente hubo comunicación, la cantante trató de hablar en un español algo aproximativo, lanzó al término de una de sus canciones un ataque demoledor a cualquier integrismo que suscitó el aplauso del respetable y se entregó en cada minuto como si fuera el último de su vida.
Festival de Otoño
Orients. Sapho. Orquesta de Nazaret. Teatro Albéniz. Madrid, 20 de octubre.
Del bolero al 'rap'
Lo mejor de Sapho es, por encima de una presencia tan vehemente, su espléndida voz, su libertad rítmica y la adecuación de una creación muy sofisticada a unas letras en las que lo poético se libera de cualquier cliché. Ejemplos de ello fueron R&B, Sheherazad, Offre-moi y Maman, j'aime les voyous, todas composiciones suyas.
La Orquesta Arabe-Israelí de Nazaret lo dice todo con su nombre, integra miembros palestinos e israelíes y se dedica a la música clásica árabe y a aventuras como ésta de Sapho. Es un excelente grupo de siete músicos entre los que destacan su primer violín, Nizar Radwan, el flauta Alfred Haijar y un fabuloso laudista que responde al nombre de Bilal Irshed.
Fue una sesión decididamente culta que dio lo mejor de sí en los momentos de mayor sofisticación expresiva. Ahí está lo más interesante de la propuesta: apostar por una realización puramente musical de muchos quilates, demostrar que el futuro está abierto a una suma de fuentes y de metas, que no se puede olvidar lo que de investigación tiene todo arte.
Babelia
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