_
_
_
_
_

Joshua Bell acerca el sonido de su Stradivarius a la Orquesta Nacional

El violinista, que acaba de sacar un nuevo disco, actúa en el Auditorio Nacional

Jesús Ruiz Mantilla

A simple vista, Joshua Bell no parece un engreído. Podría serlo perfectamente porque, con 35 años, este joven de Bloomington (Indiana, EE UU) lleva ya 20 de carrera como violinista, casi 30 discos grabados, un Grammy y una cantidad enorme de conciertos a lo largo de todo el mundo, a razón de 100 por año: "Tengo que pagar mi violín", dice. Un pico se lo aportará este fin de semana la Orquesta Nacional de España, con la que toca el Concierto para violín, de Bruch.

Se le nota cansado, se estira, bosteza un poco, pero no más de lo que lo podría hacer un americano medio. Revuelve mucho su pelo liso para esculpirse cierto aspecto grunge, pero con la pieza que lleva encima no lo consigue. Es un Stradivarius de 1713, un instrumento que tiene una historia parecida a la del protagonista de El violín rojo, una película con música de John Corigliano, de la que Bell interpretó la banda sonora. "Lo compré hace dos años y medio. Era de Huberman, un intérprete muy famoso a principios del siglo XX. Se lo robó un violinista que lo tocó en cafés de mala muerte durante 50 años y nunca pudo confesárselo ni a su mujer. Tampoco podía repararlo, así que cuando este violinista de café murió, el instrumento estaba negro, en muy malas condiciones", cuenta Bell.

Luego fue a parar a manos de un luthier de Londres, que lo reparó durante nueve meses. "Éste se lo vendió a Norbert Brainin, primer violín del Amadeus String Quartet y él me lo pasó a mí", asegura Bell.

Ha interpretado el viernes y ayer y también lo hará hoy, el concierto de Bruch, que lleva a cuestas desde que tenía 12 años, como buen niño prodigio que empezó a tocar a los cuatro: "No recuerdo haber elegido mi destino. Siempre me vi con un violín al lado", asegura. Ahora su instrumento suena junto a un viejo amigo suyo, el director George Pehlivanian y la Orquesta Nacional de España (ONE). "Nunca había tocado con él, y es raro porque le conozco hace más de 20 años. Estudiamos juntos en Indiana", afirma.

También ha aprovechado para promocionar su nuevo disco, Romance of the violin, un popurrí de piezas cortas con una base común: "Es una celebración de la melodía. Sé que los puristas lo criticarán, lo verán light, pero quería acercarme a lo que hacían los grandes maestros del romanticismo, que tocaban estas piezas sin dar más explicaciones. En fin, me da igual lo que digan. Además, la música es algo cambiante, no es la Biblia".

Y es que Bell no acaba de acostumbrarse a ciertos comportamientos de la música clásica. "Como el hecho de que no se pueda aplaudir cuando se emociona, como en la ópera. Hay que dejar que la gente disfrute, como lo hacían en tiempos de Liszt y Toscanini, y desacralizar el ambiente de los conciertos", dice.

Joshua Bell.
Joshua Bell.ASSOCIATED PRESS
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_