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Columna
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Una más sobre equidistantes

El otro día, en tertulia radiofónica, una conocida escritora tuvo que escuchar el calificativo de ingenua por decir que deseaba que la política de este país se fundara sobre líneas transversales y no sobre la política de bloques que se nos está echando encima. Lo cierto es que la conversación giraba sobre la futura estrategia política del PNV, una vez éste hubiera renovado sus cargos internos. Me temo que en la tertulia había encendidos partidarios de una concertación de fuerzas nacionalistas (y exclusivamente nacionalistas) y que, desde esa perspectiva, toda sugerencia de transversalidad resultaba molesta. Casi al mismo tiempo leí un artículo dedicado a Julio Medem, en que se le describía como un irreparable ingenuo, alguien tan ingenuo, supongo, como la contertulia del principio. Lo curioso es que en cada caso la acusación surgía de un bando distinto. En definitiva: las descalificaciones que utilizan ambos bandos en liza son las mismas.

No sé si vivimos un proceso de construcción nacional o de afirmación constitucional; lo que está claro es que vivimos un proceso de definición de bandos. Me temo que todos los que nos resistamos a bajar a la trinchera tendremos que soportar algo peor que ser transversales o equidistantes: nos quedaremos en ingenuos, en simples, en ignorantes, en mínimos idiotas. Esgrimir el argumento no resulta difícil, habida cuenta de que cada banderizo escribe en medios adeptos a su bando y en ellos suscita unanimidades, felicitaciones y no pocas veces prebendas. Por otra parte, hace tiempo que los banderizos han renunciado a reflexionar. Se limitan a reproducir el eslogan correspondiente. Por supuesto, ésa es una espléndida manera de rellenar columnas sin tener que preguntarse cada día ¿de qué demonios voy a escribir mañana? Me temo que lo peor que se puede decir de los articulistas banderizos es que son monotemáticos.

Admitiendo, a pesar del espanto gramatical, la terminología impuesta, transversales y equidistantes suscitan dos opiniones concretas, aunque la mayoría de sus críticos, sorprendentemente, sean capaces de utilizarlas de forma simultánea y con relación a las mismas personas. Los equidistantes son, por una parte, ingenuos incapaces de interpretar la realidad, tarados que sobreviven al calor de los buenos sentimientos y de una infantil y ñoña bonhomía. Por otra parte, los equidistantes son maquiavélicos calculadores, individuos que miden cuidadosamente sus palabras para ponerse a salvo de la extorsión y la amenaza. Por raro que parezca, la acusación resulta simultánea. El equidistante es más ingenuo que un monje franciscano, pero al mismo tiempo es un astuto equilibrista cuya actividad se dirige a un solo fin: asegurar su propia supervivencia en un país poblado de asesinatos y amenazas.

Es curioso que a los acusadores de los equidistantes no les molestan lo más mínimo los verdaderos equidistantes: los silentes, esto es, los intelectuales, articulistas y escritores que lisa y llanamente no aluden jamás al problema vasco y se limitan a dirigir su reflexión a temas menos comprometidos. Es más, a menudo banderizos y silentes son íntimos amigos. Me temo que a los banderizos no les molestan los silentes porque no les disputan el terreno. Los que les molestan son esos equidistantes que no sólo no rehúyen hablar del problema vasco, sino que además se permiten llevarles la contraria.

La más mezquina, la más ominosa crítica a los equidistantes es aquella que los califica como cobardes, como seres dispuestos a lo que sea con tal de saberse a salvo de ETA y de su variada corte de mafiosos. Entrar en esos juicios de intenciones es repugnante e inquisitorial. Y, además, la pedrada tiene vuelta. Conviene no imitarles ni realizar reflexiones parecidas, reflexiones como las que merecerían tantos presuntos valientes que se prodigan haciendo chistes sobre Madrazo, denigrando al lehendakari o lanzando injurias sobre el nacionalismo democrático. Realmente muchos de ellos llevan años sin dedicar una línea ni a ETA ni a su movimiento fascista. ¿No será que meterse con Madrazo resulta aún menos peligroso que la más exquisita equidistancia?

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