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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cajas de símbolos y metáforas

Galardonado con el premio Jaime Gil de Biedma de poesía (actividad en el que ha publicado, entre otros títulos, Llama de clausura, Escritura o paraíso y la antología La imaginación pervertida), con los Ciudad de Huelva, NH y José María Morón en su faceta de escritor de relatos, y con el del Instituto de Cinematografía y Artes Visuales por su actividad como guionista, Juan Cobos Wilkins (Riotinto, Huelva, 1957) es, además de un consumado y brillante activista cultural, director de la colección de poesía Juan Ramón Jiménez (de cuya Fundación y casa-museo fue director) y de la revista de literatura Con Dados de Niebla, sin duda de las más bellas que se editan en España.

Tras su primera incursión en el terreno novelístico con El corazón de la tierra (Plaza & Janés, 2001), Juan Cobos Wilkins publica ahora Mientras tuvimos alas, una novela de carácter iniciático, que, aparentemente simple (está narrada por la voz de un niño que es eco de la del adolescente que rescata un verano de su pasada infancia en tiempo presente), se estructura como una caja de sorpresas que, a su vez, contienen cajas de sorpresas que, al final, se reúnen en una sola: un manuscrito, titulado Mientras tuvimos alas, que un escritor, el padrino del protagonista (personaje clave del libro) lega a su ahijado. Cajas llenas de símbolos y de metáforas que se van desplegando y entrelazando hasta conformar la límpida imagen final de una suerte de destino tan luminoso como fatal: la fusión de lo dual en uno, la metamorfosis de los contrarios en una nueva condición existencial. Rodeado de seres adultos con nombres de arcángeles (Miguel, Rafael, Gabriel), el protagonista (Arcadio-Ismael-Jonás) pasa su último verano en el paraíso de la inocencia, en la casa familiar de Punta Umbría (hay que destacar el don de Cobos Wilkins para describir el paisaje, pericia que nos devuelve la prosa de Juan Antonio Muñoz Rojas o la del Moreno Villa de Vida en claro), en compañía de reaparecidas que regresan al mundo que abandonaron para lamentar su soledad, mujeres contadoras de olas, y deliciosas -y dramáticas- criadas a través de cuyas peripecias existenciales el adolescente realiza su aprendizaje vicario de la vida y conoce la exuberancia del amor y el dolor de la pérdida, sobre todo, de la de su padrino.

MIENTRAS TUVIMOS ALAS

Juan Cobos Wilkins

Plaza & Janés

Barcelona, 2003

203 páginas. 19 euros

Pero lo esencial de ese

aprendizaje -tan esencial como duro- radica en el suicidio de su padrino y en el mensaje final que éste confía a su ahijado: entre "ser o no ser", el príncipe pudo haber elegido "o", porque el espacio donde se encuentra pasión y armonía, el espacio ideal del hombre, no se hallaba dentro ni fuera del paraíso del que se supone expulsado, sino justo en su línea divisoria. Un libro mágico, excelentemente escrito, lleno de referencias culturales que vertebran la educación sentimental de una generación, sobriamente lírico y tiernamente irónico.

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