La doble vida de Lucas
Más de 40.000 personas, muchas explotadas por mafias, ejercen la prostitución en la región
Lucas, que oculta su verdadero nombre por miedo, se anuncia en la sección de relax de un periódico. Destaca en el anuncio que es deportista y "guapísimo". Tiene 23 años y lleva una vida normal: es estudiante de Económicas en la Universidad Complutense y tiene una novia que vive fuera de Madrid y a la que ve los fines de semana. Con ella le gusta ir al teatro y al cine. Pero entre las clases y el gimnasio, este chico se dedica a la prostitución de lujo.
Josephine (nombre ficticio) no se anuncia en ningún periódico ni estudia en ninguna universidad. Esta chica, nigeriana, se prostituye en el polígono industrial de Villaverde y no tiene tiempo de ir al cine porque lo único que conoce de Madrid es el trayecto que va desde su casa al polígono y del polígono a su casa.
Los cortes en la Casa de Campo han trasladado a las meretrices a Villaverde
Lucas gana mensualmente entre 2.500 y 3.000 euros, y cada uno de sus clientes, tanto hombres como mujeres de clase alta, le paga 80 euros por servicio. Hay días en que su teléfono móvil recibe más de 25 llamadas. "Salgo poco. No me gusta estar en la calle, por si me reconoce algún cliente; me daría vergüenza", cuenta. Una hora y media con él en una cafetería da una idea del éxito que tiene: el móvil no para de sonar; son llamadas continuas de posibles clientes. "Pero yo selecciono. Como mucho, me veo con dos personas al día", señala.
Josephine cobra entre 15 euros por servicio y no puede seleccionar a los clientes. Lo que gana va para pagar la deuda que contrajo con unos mafiosos en Nigeria.
Lucas mantiene los encuentros en su piso, aunque a veces se desplaza a hoteles. Nunca pierde la sonrisa, ni siquiera cuando cuenta historias que parecen sacadas de una película, como aquella vez que una mujer de 71 años y de la calle de Serrano le llamó sólo para que se desnudase y bailase mientras ella le observaba fumando en el salón. O cuando un hombre recién casado reclamó sus servicios porque "nunca había visto a un hombre desnudo". O aquella jovencita que le contrató para perder la virginidad.
En cambio, Josephine mantiene las relaciones sexuales con el cliente en la parte trasera del vehículo o en descampados y prefiere no recordar ninguna historia con hombres. Pasa horas y horas de pie, en la calle, llueva o haga frío.
Lucas empezó a ejercer la prostitución porque discutió con su padre y éste dejó de enviarle dinero. "Entré en contacto con dos agencias de chicos. Pero allí te explotan y había chavales muy jóvenes, de 16 años. Te hacían desfilar desnudo delante de los clientes", explica este chico, vestido con ropa de marca y peinado con el flequillo de punta. Su primera experiencia como gigoló fue con una mujer que le llevó a su casa de Arturo Soria para mantener relaciones sexuales. "Esto es pasajero. Me gustaría dedicarme al negocio de los barcos", asegura. Ya lleva tres años como prostituto.
Josephine lleva dos meses de prostituta forzada por una red. Su primera relación la mantuvo en la Casa de Campo y el cliente no estuvo con ella ni cinco minutos. Su familia tampoco sabe que se dedica a la prostitución.
Como Lucas y Josephine, al menos 40.000 personas ejercen la prostitución en la región, según la cifra de la Asociación Nacional de Locales de Alterne (Anela). No hay datos oficiales, ya que la prostitución no está regularizada ni las personas que la ejercen tienen que estar necesariamente inscritas en la Seguridad Social.
Lucas es la cara de una moneda en la que la cruz la representan las miles de mujeres que, como Josephine, ejercen la prostitución forzadas por las mafias.
Para ayudar a mujeres como Josephine, los tres candidatos al Gobierno regional prometen luchar contra las mafias. Rafael Simancas (PSOE), asegura que si llega a gobernar prohibirá la prostitución callejera. Esperanza Aguirre (PP) también aboga por esta medida "para defender los derechos de las mujeres" y Fausto Fernández (IU) ha asegurado que regular el ejercicio de la prostitución "es la única forma de erradicar la explotación".
Las restricciones al tráfico en la Casa de Campo (medida tomada por el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón), ha hecho disminuir el número de meretrices en la zona, aunque no las ha hecho desaparecer. La Casa de Campo sigue siendo un lugar ocupado por cientos de prostitutas. Las restricciones han desplazado a las mujeres a la salida hacia la avenida del Marqués de Monistrol y hacia el Teleférico. Y también ha hecho a muchas mujeres cambiarse a Villaverde. Hace unos meses, las meretrices del distrito no llegaban a 80, pero los cortes en la Casa de Campo han disparado la cifra.
El polígono de Villaverde, donde Médicos del Mundo asiste a las mujeres, empieza a parecerse a la Casa de Campo. La ONG atiende a las prostitutas en una furgoneta. En dos horas los asistentes no paran ni un minuto. Los miembros de la ONG hablan a las mujeres de forma coloquial, les transmiten confianza. "Con crema la penetración es más fácil y evitarás que el condón se rompa", explicaba una integrante de Médicos del Mundo a una mujer africana.
El miércoles pasado, más de la mitad de las 100 prostitutas asistidas por Médicos del Mundo aseguraron proceder de la Casa de Campo. Cuando se les pregunta sobre si les gustaría estar regularizadas, muchas contestan que les da igual porque piensan estar "poco tiempo" en la prostitución. Permanecen ajenas al debate político. Otras sí están al tanto. "Yo prefiero estar regularizada. Así tendría Seguridad Social", opina una meretriz. "Otras podrían librarse del chulo", dice otra.
El desplazamiento de las mujeres hacia Villaverde ha hecho aumentar la violencia entre las mafias, según Beatriz Sagrado, presidenta de Médicos del Mundo en la Comunidad de Madrid. "Hay mucha competencia entre las redes por controlar los puntos donde se colocan las mujeres", explica Sagrado. Consecuencia o no de los cortes de tráfico, Médicos del Mundo ha atendido en los últimos meses numerosos casos de meretrices agredidas por clientes. Un día, una nigeriana acudió con cortes en la cara. A otra la atropelló un coche. A una tercera la arrojaron ácido. Otra fue violada. "Son muy vulnerables y algunos clientes tienen la perversión de disfrutar sintiendo que tienen el poder", explican desde la ONG.
Ellas, a pesar de la miseria de sus vidas, intentan estar contentas y hacen bromas. Van muy arregladas, con maquillaje y ropa interior debajo de los abrigos. Una de ellas, mientras espera la entrega de preservativos, contesta una llamada del móvil: "Sí, aquí estoy, esperando a que me den condones para el show", dice, intentando parecer alegre.
Los transexuales: un colectivo vulnerable por partida doble
La prostitución masculina representa menos del 20% de la cifra total de personas que ejercen en la región. De ese grupo, los transexuales (la mayoría latinoamericanos) forman uno de los colectivos más vulnerables, señalan desde Médicos del Mundo. "Se les margina por partida doble: por ser prostitutas y por ser transexuales", explican desde la ONG.
Médicos del Mundo tiene en la calle de Aguileñas, 15 (Tetuán) un servicio de apoyo a transexuales. Con este programa pretende dar respuesta a los problemas de salud de este colectivo, como el uso incontrolado de tratamientos hormonales y los desequilibrios mentales debidos a crisis de identidad. El servicio está abierto los miércoles a partir de las 16.30 (teléfono 91 315 60 94) y lo atienden trabajadores sociales, una mediadora transexual, médicos y psiquiatras.
Hasta el polígono de Villaverde han acudido muchos de los transexuales que antes se prostituían en Casa de Campo. La mayoría de ellos son ecuatorianos o colombianos. Son personas corpulentas y que visten con colores llamativos y lucen largas y cuidadas melenas. En el polígono, al igual que hacían en la Casa de Campo, se colocan juntas, en la misma zona, alejadas de las mujeres. "Alguna vez me ha pasado que se para un coche y me confunde con una mujer. Al ver el error, se aleja", comentaba un transexual el miércoles pasado en Villaverde.
Sus nombres verdaderos se ocultan bajo Abigayl, Vicky o Georgetta. Son educadas y respetuosas con el resto de compañeras. Alguna se queda un rato hablando, después de haber recogido los condones y la crema lubricante, con los asistentes de Médicos del Mundo. "Aquí no hay dinero. Estábamos mejor en la Casa de Campo", explicaba un transexual.
Fuera de la furgoneta de la ONG, el ir y venir de coches es continuo. Es cerca de medianoche y las empresas que forman el polígono industrial de Villaverde hace horas que cerraron, pero decenas de coches privados, camiones y taxis circulan entre las chicas. Además, cada media hora se para una furgoneta conducida por un hombre y de la que se bajan tres transexuales. El hombre espera un rato y después se aleja.
Además de la Casa de Campo y del polígono industrial de Villaverde, el paseo de Camoens (parque del Oeste) es otra de los espacios al aire libre donde ejercen la prostitución los transexuales. "Ha sido curioso lo que ha ocurrido en esta zona. El control de alcoholemia puesto aquí hace meses por la Policía Municipal ha hecho que los transexuales hayan cambiado de lugar, ya quedan muy pocas", explica Beatriz Sagrado, presidenta de Médicos del Mundo en la Comunidad de Madrid.
El paseo de Camoens también es tristemente famoso entre las meretrices porque Edith Napoleón, una chica de 20 años y natural de Sierra Leona que ejercía en esa zona, fue asesinada y descuartizada el pasado mes de agosto en Boadilla del Monte. Su presunto agresor, el empresario José Luis Pérez-Carrillo, un empresario, fue detenido gracias a las indicaciones que le hicieron las compañeras prostitutas de la asesinada. Cuando una se marcha con un cliente, las demás apuntan el mayor número de datos posibles del hombre. En este caso consiguieron quedarse con el modelo y color del vehículo y su matrícula.
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