Patrullas ciudadanas
Oigo con preocupación la noticia en la radio. En Sevilla Este los vecinos
, cansados de sufrir el vandalismo y la inseguridad, defraudados hasta la extenuación por los munícipes y hartos de dilaciones y engaños, han montado un sistema de vigilancia civil.
Esto es doblemente grave, por un lado queda palpable la incapacidad de Gobierno y Ayuntamiento de garantizar al ciudadano un mínimo de sus derechos constitucionales; por el otro, abrimos la veda a la caza del sospechoso.
No es la primera vez que los sevillanos adoptan esta actitud, se tomó en Los Pajaritos y en el centro histórico, y siempre con las mismas consecuencias: un joven que volvía de acompañar a su novia a casa recibía la agresión de esos "vigilantes".
La situación es mala, las bandas de menores campan por sus respetos, en el conocimiento de la falta de recursos de las fuerzas del orden y en la impunidad de hecho que les confiere la Ley del Menor.
Pero esto no nos da permiso para tomarnos la justicia por nuestra mano. Comprendo, porque la comparto, la desesperación de estos vecinos. Como ellos miro más de una vez a mi espalda antes de acercarme al cajero, me preocupo cuando el ciclomotor a manos de un joven sin casco hace gymkhanas en el acerado, me irrito cuando cualquiera, porque le da la gana o no se molesta en pedir un permiso, corta una calle o se lleva un contenedor, o pinta con spray una fachada.
Me duele comprobar que los servicios no funcionan como deben, pero eso no nos da derecho a saltarnos las normas, no podemos igualar el rasero poniéndonos a la altura de los incívicos.
Ahora bien, debemos, y cuanto antes, tomar conciencia de que la democracia sólo funciona si a la vez que cumplimos nuestros deberes exigimos que se hagan efectivos nuestros derechos y ponemos los medios que la Constitución nos otorga.
