En un lugar de Europa

Los nuevos aires de la reconstrucción europea, incluidas las más recientes calamidades en Bosnia y Kosovo, parecen hacer mella en el imaginario novelístico de nuestros días: en Europa y más específicamente en nuestro país. Libros como El Danubio, de Claudio Magris, y El siglo, de Günter Grass, incluso Austerlitz, de W. G. Sebald, serían impensables sin el telón de fondo de una Europa en llamas en buena parte del siglo anterior. Europa comienza a ser, además, para algunos escritores un continente novelístico, un continente donde hay personas enfrentadas a los grandes males de nuestros días: enfermedades sociales y morales sin fronteras ni lenguas. Probablemente en esta tesitura haya que leer, de Peter Handke, La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos. También con este criterio se puede leer El silencio de los árboles, la segunda novela del escritor catalán Eduard Márquez, o Volver al mundo, de J. Á. González Sainz.

El escritor vasco Javier Salinas (Bilbao, 1972) ha escrito una novela dentro de las coordenadas que apunté más arriba. El libro de E. Su asunto se desarrolla en un lugar de Europa. El que narra no es alguien determinado. Su historia o drama o tragedia o parodia de todo ello junto no es una concreta, pero alberga probablemente a todos los sujetos representativos de las épocas más inciertas e infelices de la Europa del siglo veinte y mucho me temo que de la presente. Javier Salinas ha ideado una voz, en el sentido que ha dado voz narrativa a una serie de ideas penetrantes sobre la posibilidad de concebir un sujeto europeo, ni mejor ni peor que los sujetos que representan a cada una de las naciones que la componen, en el pasado, en el presente y en el futuro. La estructura sobre la que se asienta esta novela es la del monólogo. Su protagonista y narrador busca saber quién es E, o qué parte de E (de su memoria y de sus aflicciones) él tiene y no tiene. E es el parado por una reconversión industrial, el que engaña a su mujer tantas veces como le alcanza el tiempo, el que murió en una trinchera en la Primera Guerra Mundial, el que fue asesinado por ser judío, etcétera.

E es todos y nadie, un pro-

blema que afectó a buena parte de la novela europea. Dice E: "Yo dudo de todo pero no de lo que imagino. Lo que imagino me lo creo firmemente". Una vez más los mecanismos de la ficción corrigen los mecanismos de la impostura de la Historia. En uno de los tantos seres corrientes (pero no por ello menos históricos) que es E, éste tiene un perrito que se llama Oblómov. El nombrecito no es casual. Hace referencia a ese personaje literario que se pasó la vida intentando conciliar su bondad esencial con la más absoluta indolencia. El E de Javier Salinas arrastra algo de aquella turbadora personalidad. Y su búsqueda, todo el meollo de esta soberbia novela, nos conduce hasta un callejón cuya salida de emergencia es un inteligentísimo uso de la ironía y el humor.