Ni terror ni furor
Los toros de Palha no fueron aquellos legendarios del horror, "terror y pavor". Si acaso lo son por la mansedumbre incierta, siempre mala de digerir, y por las cornamentas que lucen, que ésas sí que causan respeto. Es menester estar muy puesto en torería y valor para deambular alrededor de esas defensas tan aparatosas. Y más si, como en el caso de ayer domingo en Las Ventas, el aire sopla y sopla, haciendo más difícil la lidia y el supuesto lucimiento. Además del peligro que supone saber que en cualquier momento un golpe de viento pueda dejar el engaño del diestro en humo y nada.
Luis Francisco Esplá, diestro al que se puede calificar de maestro en tauromaquia sin ninguna duda, lanceó a su primero pegado a tablas de salida, para enseguida sacárselo hacia las afueras, con el capote por delante y muy abajo. Dejó al toro en suerte frente al caballo con un recorte de fina estampa y torería, y, tras el tercer puyazo, se dispuso a poner banderillas, algo que hizo en tres pares que fueron subiendo en intensidad y acierto en el momento de la reunión. Siempre fácil y sobrio. En especial en un tercer par de banderillas por los adentros, suerte que tan bien domina.
Palha / Esplá, Miura, Millán
Toros de Palha, desigualmente presentados, muy serios y cornalones en general, mansos y de juego irregular, que cobraron bastante en el caballo; quinto, encastado. Luis Francisco Esplá: cuatro pinchazos, estocada tendida casi entera y descabello (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, estocada tendida y desprendida, y descabello (silencio). Dávila Miura: estocada caída (silencio); media estocada y descabello (pitos). Jesús Millán: estocada perdiendo la muleta y descabello (silencio); cuatro pinchazos, se echa el toro y es apuntillado (silencio). Plaza de Las Ventas, 5 de octubre. Tercera de feria. Casi lleno.
Y aquí es de ley hablar de Rafael Perea, El Boni, que va en la cuadrilla de Esplá, y lidió a ese toro de manera ejemplar con su capote de seda y bronce. Sobre todo cuando se llevó al toro hacia el burladero del 6, a resguardo del aire inclemente, para que su matador pudiera comenzar la faena, tras sonar los clarines que anunciaron el cambio de tercio. Una como media verónica para recoger al morlaco, y luego a una mano ese tirar del toro, que iba imantado, hasta la otra punta de la plaza que eran los terrenos del 6 mencionado.
Esplá, en ése su primero, tras un breve tanteo por la cara, se echó la muleta a la izquierda y ensayó unos naturales que no siempre le quedaron limpios, ya que el toro, reservón por naturaleza, tenía la fea costumbre de puntear la muleta en demasía. En su segundo, Esplá se limitó a dejarnos ver que el tal mulo con cuernos topaba y a regañadientes.
El sevillano Dávila Miura sorteó los arreones de su primero como pudo, abusando en el último tercio de irse a la penca del rabo al terminar el muletazo. Y se dejó ir el único toro manejable de la tarde para realizar el toreo, un quinto encastado que tenía un buen pitón derecho. Le enjaretó una primera tanda en redondo templada y prometedora. Pero luego le perdió el sitio al toro, el rumbo y el querer. Una lástima. Jesús Millán, con dos toros que se le pararon en la muleta, no consiguió enmendar la plana, ni sacar alguna línea de buena letra y mejor torería. Era imposible la tal empresa con aquellos zopencos.
Por otro lado, se comentó durante la tarde el grave percance del sábado sufrido por el mozo de espadas de Salvador Vega, Alfonso Romero Iglesias se quedó supendido y prendido boca abajo por el pitón del toro, y tiene una fractura abierta en el tercio inferior de la pierna derecha. Ha sido intervenido, y ahora tiene que estar setenta y dos horas de espera. En su entorno son optimistas, aunque exista el riesgo de que pueda perder el pie.
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