Gusto renacentista en Bérgamo
Una ciudad al norte de Italia cuya imagen embelesó a Stendhal
Ho attraversato il paese più bello del mondo". Cautivado por la cruel belleza italiana, el adolescente Marie-Henri Beyle, alias Stendhal, escribe sus impresiones en su cuaderno de campo, después de alcanzar el corazón de la Lombardía, desde Milán, en 1800, al servicio de la Armada napoleónica. El escritor coquetea con la idea de un nuevo gran imperio mientras el general Bonaparte prepara la destrucción de Venecia, cuyos dominios, desde Bérgamo, formaban un cordón sanitario a lo largo de la frontera sur de Austria. Las grandiosas murallas construidas entre 1561 y 1588 bajo el poderío de la Serenísima formaban un corsé de casi seis kilómetros en la ciudad alta. Hoy son el paseo preferido de los bergamascos y la mayor heredad dejada a la ciudad por la República del León durante los casi cuatro siglos de dominio. Las edificaciones de aquel bastión fortificado garantizaron a Venecia la defensa de sus confines occidentales. Fue una obra costosísima y gigantesca, que produjo una fractura definitiva en el tejido urbano, ya que desde ese momento el corazón de la ciudad se partió en dos y al núcleo de la colina le tocó mantener su papel más visceral de centralidad hasta finales del siglo XIX.
Contrafuerte de una gran colina, Bérgamo posee una esquizofrénica arquitectura desde la llanura lombarda y el valle del Po, entre los ríos Bembo y Serio, que permiten el acceso a la cadena de los Alpes Oróbicos. Fundada en el siglo IV antes de Cristo por los celtas y dos siglos más tarde colonizada por Roma, esta urbe de modestas dimensiones nunca se configuró como un centro de irradiación cultural. Semejante situación de marginalidad e inestabilidad política impidió que se crearan las condiciones para la formación de importantes escuelas artísticas. Sin embargo, sobre las robustas espaldas de la ciudad, las armas y las letras convinieron en que se desarrollase su poderosa arquitectura, un hecho que la distingue. En la actualidad, Bérgamo es un gigante con un pie en la colina y otro en la llanura; un tesoro del Renacimiento colocado, por una mano delicada, en la región de los lagos, de Endine a Iseo, donde el nacer, vivir y morir tienen apariencia modesta y un sabor auténtico, como el pan hecho en casa.
La llanura padana
La ciudad más antigua se impone de lejos a quien llega de la llanura padana. Improvisada, con su fantástica secuencia de torres, campanarios y cúpulas, se despereza toda su belleza alpina. Como testimonio de las originarias uniones entre Berghem de sura y Berghem de sota surgió el burgo, il borgo -así le llaman los bergamascos, pero sin intención de desprecio, aunque hayan succionado la sangre de Bérgamo Alta-: son los barrios que cosquillean las cimas y descienden hacia la parte baja, donde hubo un tiempo en que los canales eran la principal fuente de riqueza gracias a las fábricas y talleres de algodón. Inmunizada de las conspiraciones modernas, Bérgamo Alta ha conservado intacto su sabor heráldico.
Con una vida municipal cerrada pero intensa, su aristocracia no participó en la revolución industrial, a diferencia de la milanesa, ya que prefirió buscar sus réditos en la agricultura. Bérgamo no ha tenido una gran historia, más bien una de segunda mano. Y los bergamascos son gente reservada y muy laboriosa.
La espléndida colección de arte que atesora la Academia Carrara, legada por el conde Giacomo Carrara en 1795, sirve de excusa para la visita al neoclásico Palacio de la Academia. Más de 1.900 pinturas, que recorren el siglo XV hasta el XVIII, de Pisanello a Mantegna, Bellini, Lotto, Guardi, Canaletto, Tiépolo y Botticeli, Durero, Holbein, Velázquez y Brueghel. Muy cerca se extienden los collados del parque regional con sus magníficas villas, monasterios abandonados, santuarios, restos de fortificaciones medievales, cipreses y viejos castaños. En la ciudad donde bate el cuero el emporio de la saga Trusardi, arte y fantasía constituyen el leitmotiv de las galerías y anticuarios que animan las calles cercanas a la academia Carrara: Via Broseta, Via Borgo S. Caterina y Via S. Orsola.
Ya intramuros, admiramos la Piazza Vecchia, una de las más bellas de toda Italia y melliza de la famosa Piazza della Signoria de Florencia. Circundada por tortuosas callejuelas, es el marco desde el que se asoman los principales edificios históricos y monumentos vigilados por la estatua de Torquato Tasso: la torre del Comune, Il Campanone, emerge como torre gentilicia de los Suardi, del siglo XII. Cada día, a las diez de la noche, tocan las campanas para recordar la clausura de las puertas de la ciudad amurallada. El Palacio de la Biblioteca, de estilo paladiano, con más de medio millón de volúmenes y 1.300 incunables (una Divina Comedia de 1402, la partitura autógrafa de Lucia de Lammermoor o las obras completas de Angelo Roncalli, el Papa Bueno).
Sedientos leones
Con un solo golpe de vista se pasa de la atmósfera de la plaza a la vigorosa arquitectura del medieval Palacio della Ragione, con la maciza torre Cívica y una fuente adornada con sedientos leones inspirados en el viaje de Marco Polo a China. En el claroscuro de su pórtico, del siglo XII, se ha ubicado uno de los ayuntamientos más antiguos de Europa, adornado con una estatua de piedra del orgulloso León de Venecia. Y la obra maestra del Renacimiento lombardo: la capilla Colleoni, edificada en 1476 para albergar la tumba del líder político de Bérgamo, Bartolomeo Colleoni, y del músico Gaetano Donizetti. En el número 14 de Borgo Canale, cerca de las murallas, se halla su casa natal. Bérgamo ha dedicado todo su esplendor a un gran teatro de ópera que lleva su nombre. Incluso un pastel, la tarta de Donizèt.
Una de las vistas más impresionantes de la vieja Bérgamo se obtiene desde el castillo de San Vigilio, que formaba parte de la antigua fortificación, al que se puede acceder en un funicular. En Via Castello se encuentra el encantador baretto de San Vigilio. Las vistas de la ciudad son de sueño, del que nos puede despertar el dulzón zabaione, un espumoso batido de huevo, azúcar y vino de Marsala, o los golosos amaretti.
La modernidad de Bérgamo Baja está fuertemente influida por el proyecto urbanístico de Marcello Piacentini, de 1914. La importancia del centro piacentiniano reside en su diseño: la Piazza Matteotti y la porticada del Sentirone. Su carácter residencial, con una arquitectura inspirada en un sobrio eclecticismo de sello clasicista, tiene bellos exponentes en las vías Matris Domini o Locatelli. A cinco minutos a pie, en la iglesia de San Bartolomeo, se puede admirar la obra más importante que el veneciano Lorenzo Lotto dejó en la ciudad, Madonna col bambino e santi (1513). La secuencia solemne y severa de los palacios de la medieval Via Pignolo se interrumpe en la restaurada iglesia de San Bernardino, levantada en el XVI, probablemente como capilla reservada a los nobles y a los adinerados mercaderes.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir
- Bérgamo se encuentra a 48 kilómetros de Milán en coche por la autovía A-4 (salida Bérgamo).
- Iberia (902 400 500), hasta el 31 de octubre, a partir de 224 euros más tasas. Última hora: www.iberia.com, desde Madrid, 148 más tasas.
- Alitalia (902 100 323), hasta el 19 de diciembre, desde Madrid, 189 más tasas (compra 21 días antes). Hasta el 23 de diciembre, desde Barcelona (compra 30 días antes), 99 más tasas.
Información
- www.bergamotour.it.
LA CUNA DE ARLECCHINO
"IL MONDO? E' TUTTO un Bergamo". Palabra de Arlequín. La máscara de Arlecchino nació en esta región. Una de las atracciones turísticas es visitar la casa donde nació, un edificio del Quattrocento situado en el minúsculo burgo de Oneta, a unos 35 kilómetros de la ciudad de Bérgamo. La tradición local explica que el signore Ganassa, director de un teatro cómico, creó en este lugar la famosa máscara de la Commedia dell'Arte que llevaría por todos los escenarios de Europa. La leyenda quiere también que un niño muy pobre -el futuro Arlequín-, cuya madre no podía permitirse comprarle ropa, terminara vistiendo una casaca multicolor hecha con los harapos cosidos. El folclor bergamasco suma a sus tradiciones las figuras de los burattini (marionetas), que tiene a Gioppino como líder, un personaje nacido en la época en que el general Bonaparte entra en Bérgamo poniendo fin al secular dominio véneto y que interpreta las inquietudes y malhumor de las gentes del campo en su confrontación con las de la ciudad. Gioppino es un poco reaccionario y su elemental sentido de la justicia le empuja a hacer uso de su robusto bastón, con el que da porrazos sin ton ni son. El público, entusiasta, aplaude.
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