El campo minado del AVE en Zaragoza
Los geólogos se alarman por los cráteres cerca de la vía, pero el Gobierno dice que ya tapó los 25 que había bajo el recorrido
Nadie se atreve a bajar para comprobarlo, pero desde arriba, parece que dentro del cráter hallado esta semana a unos pocos centenares de metros de la vía del AVE cabrían varios coches. Es descomunal. Con un simple recorrido visual se comprueba lo cerca que están las vías: a unos 400 metros, según las últimas estimaciones, pasan los trenes AVE y Altaria que cruzan sin cesar, con o sin vagones, la vía de alta velocidad. Son las últimas pruebas antes de la inauguración para la prensa, el martes, y la apertura comercial, el sábado.
El hallazgo de éste y otros agujeros similares, un fenómeno frecuente desde hace siglos en esta zona, refuerza la tesis del Colegio de Geólogos de Aragón, que advierte del peligro de pasar las vías del tren por esa zona sin reforzarlas. "Es una temeridad. Toda esta zona está completamente agujereada", explica José Luis Simón, responsable, junto a Asunción Soriano y Andrés Pocoví, de un informe de los geólogos en el que se calificaba de "muy alto riesgo" un terreno sobre el que pasa el AVE cercano al del gran cráter.
Un breve recorrido por los alrededores atestigua que tiene razón al describir la zona. El campo de maíz próximo al gran socavón está completamente hundido. Lo mismo pasa en otras decenas de lugares. A escasos 20 metros de la vía, un poco más adelante del gran cráter, un par de naves fueron abandonadas y luego derruidas porque se hundió el terreno. Otra que aún queda en pie tiene el techo completamente hundido por una dolina que acabó con uno de los pilares. Algo parecido sucede con las paredes que rodean el campo de fútbol de Miralbueno, en los alrededores de Zaragoza, a la entrada desde Madrid, y en los vestuarios.
Es exactamente ésa la zona considerada en el estudio "de muy alto riesgo", y allí se detectó en marzo un hundimiento en plena construcción de la vía que reactivó la polémica.
Un joven campesino que se acerca al gran cráter recuerda que en la comarca eso no es nada raro: "Hace dos años hubo otro parecido un poco más arriba", explica. De hecho, en el último año y medio, es el quinto gran cráter que encuentran los geólogos de Aragón cerca de las vías del AVE.
El rumor ya se ha extendido y la tensión es evidente en la zona. Tanto que ayer saltó enseguida la alarma cuando se descubrió un agujero relativamente pequeño a unos 150 metros de la vía en la zona conocida como La Cartuja. Estaba a la entrada de la empresa Alumalsa, y uno de sus responsables insistía ayer en negar que sea una dolina (sima producida al hundirse el techo de una caverna formada por las aguas subterráneas). "Hemos hecho unas obras porque una mala cimentación hizo que el terreno se hundiera 20 centímetros en una salida de aguas. Nada más", explicaba.
A menos de un kilómetro de esta fábrica hay otro importante socavón, que se abrió en agosto, justo en medio de las vías del AVE y del tren convencional.
Los responsables de los estudios y de la obra no niegan que existan estos problemas. Alberto Gracia, un geólogo que ha trabajado durante tres años a pie de obra para el Gobierno, asegura que mientras se hacía el AVE se encontraron en ese tramo zaragozano hasta 25 "situaciones anómalas", esto es dolinas o pequeños derrumbes. Pero todas se subsanaron. La mayoría, abriéndolas para luego rellenarlas con material más sólido, incluido hormigón. Además se hicieron todo tipo de estudios, sostiene. "Las dolinas están ahí. Son de toda la vida en esa zona. Pero hemos hecho muchas cosas para atajarlas. Hasta 11 metros llegamos a abrir en un lugar. La garantía absoluta no existe, pero hemos minimizado los riesgos de manera más que suficiente y de forma muy rigurosa. Las críticas no tienen sentido, les falta información", explica Gracia.
El problema, según los geólogos críticos, es que las dolinas son un fenómeno dinámico, que cambia, inesperado. Y en cualquier momento puede surgir un cráter en plena vía, porque los agujeros bajo tierra que crea el agua pueden aparecer en la superficie después de años. La única solución es que las vías no reposen directamente sobre la tierra, sino sobre un elemento sólido. "Claro, que eso supone más tiempo y más dinero", insinúan los geólogos.
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