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Tribuna:EL PAPEL DE LOS ORGANISMOS MULTILATERALES
Tribuna
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El FMI vuelve a fallar

Joseph E. Stiglitz

Han pasado seis años desde la decisiva reunión del FMI en Hong Kong, justo antes de la crisis económica global. Yo estuve ahí, y fue una reunión de lo más peculiar. Para los que prestaban atención, estaba claro que una crisis se perfilaba en el horizonte. El culpable era la liberalización del mercado de capitales, que expuso a los países a los caprichos de los movimientos de capital internacionales, y a un pesimismo y un optimismo irracionales, por no hablar de la manipulación de los especuladores. Sin embargo, el FMI seguía ejerciendo presiones para cambiar sus estatutos a fin de obligar a los países a liberalizar sus mercados de capital, haciendo caso omiso de los indicios de que esto no llevaba a una mejora del crecimiento o a un aumento de la inversión, sino únicamente a una mayor inestabilidad. Las crisis que estallaron ese año socavaron la confianza en el FMI y condujeron a discusiones sobre la "reforma de la arquitectura financiera global".

Siempre es mucho más fácil recomendar a otros que emprendan reformas dolorosas

Transcurridos seis años, podemos afirmar que esas discusiones no desembocaron en muchos cambios reales. Algunos señalan que una frase tan escogida como "reforma de la arquitectura financiera global" ya lo decía todo. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos y el FMI sabían, o al menos esperaban, que, una vez que pasara la crisis, la atención mundial se centraría en otras cosas. Aunque se equivocaron respecto a lo que había que hacer durante la crisis, en este punto tenían razón. Pero ha habido cambios, aunque a veces más retóricos que reales. En la actualidad, el FMI es más consciente del impacto que sus programas tienen sobre la pobreza, aunque sigue sin presentar una declaración del "impacto sobre la pobreza y el desempleo" cuando propone un programa. El Fondo ha reconocido la importancia de la participación y la propiedad. Los programas ya no son un asunto exclusivo del FMI, los gobernadores de los bancos centrales y los ministros de Economía. El FMI ha reconocido que había demasiadas condiciones, y que esas condiciones llevaban a una falta de concentración.

Sin embargo, el FMI no ha acabado de entender del todo que, con frecuencia, las condiciones estaban peligrosamente descaminadas y que a menudo se ocupaban de problemas políticos que iban más allá de su misión. Después de criticar a los países del este de Asia por su falta de transparencia, el Fondo reconoció que él tampoco era lo suficientemente transparente e hizo reformas (aunque a veces da la impresión de que piensa que una página en Internet mejorada es un sustituto para la verdadera transparencia). Desgraciadamente, no ha reconocido un principio básico de las democracias modernas: el derecho de los ciudadanos a la información.

Después del fracaso de la ayuda de emergencia a Argentina, el FMI reconoció la necesidad de un planteamiento alternativo. Con anterioridad había ignorado los llamamientos en favor de moratorias y quiebras, porque afirmaba que eso conllevaría la abrogación del contrato de la deuda. Al final, el FMI acabó reconociendo que, al igual que los individuos, los gobiernos también necesitan el derecho a empezar de nuevo. Desafortunadamente, no aceptó que como principal acreedor nunca se le podría considerar un juez imparcial y que, por tanto, no podría desempeñar un papel central. Nunca entendió del todo los problemas políticos y económicos que subyacen tras la elaboración de las leyes de bancarrota. Bajo la presión de la sociedad civil global, el FMI accedió finalmente a reforzar el programa de condonación de la deuda para los países más pobres. Lamentablemente, estableció unos procedimientos y condiciones tales que pocos países alcanzan el alivio de la deuda que necesitan. Al menos en el este de Asia, el FMI reconoció que el excesivo rigor fiscal disminuía la actividad económica, pero a pesar de ello siguió imponiendo un rigor fiscal excesivo en Argentina cuando ese país entró en crisis, con predecibles resultados desastrosos.

Es una buena noticia que el FMI haya admitido las limitaciones de sus medidas y posturas, pero no basta con esperar que se limite a hacer menos daño que en el pasado. Incluso sin la liberalización de los mercados de capital, el mundo seguirá enfrentándose a una enorme volatilidad. Las crisis no serán cosa del pasado. Es muy posible que los que esperaban reformas importantes en la arquitectura financiera global estén muy decepcionados por lo que ha ocurrido en los últimos seis años. Y es que cualquier reforma básica debe abordar no sólo los difíciles problemas que plantea el sistema global de reservas y las cargas de riesgo que recaen en los países en vías de desarrollo, sino también la autoridad global. Pero hay fuertes intereses creados que pretenden mantener el statu quo. Una cosa es reordenar las sillas alrededor de la mesa y otra muy distinta cambiar la mesa en sí o a los que se sientan a ella.

Así que no es ninguna sorpresa que otra reunión anual del FMI haya concluido sin que se hayan dado pasos importantes hacia la "reforma de la arquitectura financiera global". En cambio, hubo muchas discusiones sobre otro de los síntomas de que algo anda mal. El tema del día fue si el tipo de cambio de China está sobrevalorado y, de ser ése el caso, qué se debe hacer al respecto. A los países en desarrollo se les dijo una vez más que pusieran sus asuntos en orden, que abordaran los problemas de gobierno y que emprendieran "dolorosas" reformas estructurales. Naturalmente, siempre es mucho más fácil recomendar a otros que emprendan reformas dolorosas que mirarse uno mismo. El fracaso de la reunión de la OMC en Cancún hace dos semanas debería servir de advertencia: hay algo que funciona básicamente mal en la forma en que se gestiona el sistema económico global. También hay algo que funciona básicamente mal en el sistema económico mundial. ¿Cuántas reuniones del FMI tendrán que pasar, cuántas crisis tendrán que producirse antes de que se asimile esta dura verdad?

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