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Columna
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En el nombre del padre

José Luis Ferris

Releer a Jaime Gil de Biedma ha sido para mí, más que un regreso, un acto de furtiva necesidad. Todo ocurrió con un poema que jamás he olvidado: "No volveré a ser joven". Me salió al encuentro hace unos días, la tarde en que murió mi padre. Fue algo inmediato: él dejó vivir y los versos se adueñaron repentinamente del aire como una fragancia densa y antigua que brotara de su última respiración: "Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde...".

Todo un verano en la cautividad de un hospital, peregrinando de estancia en estancia, durmiendo junto a él, asiéndole la mano, escuchando de sus labios lo que sus labios nunca tuvieron la firmeza de contarme: años y más años obviando las palabras, adivinando el amor en los posos de la costumbre, insinuando ese te quiero que nunca pronunciamos, echando muy en falta el abrazo o el beso en el momento justo. Y ya lo ves, ahora el tiempo nos la juega del modo más innoble, dejándonos a solas en estos meses fríos de un verano tendido entre los dos, exactamente así, como cuenta Biedma en Pandémica y Celeste: "Imagínate ahora que tú y yo / muy tarde ya en la noche / hablamos hombre a hombre, finalmente. / Imagínatelo, / en una de esas noches memorables / de rara comunión", apurando, trago a trago, el tema de la vida, los asuntos pendientes, todo lo que has callado y me he callado a solas. Eso es todo. O eso es nada cuando la nada espera y no hay después, ni tarde ni mañana que nos aguarde juntos.

Sucede que hora que se ha ido, ahora que el padre espera un epitafio sobre la piedra oscura, unas letras que animen al recuerdo y tengan la pura dignidad que se empeñó en legarme, las palabras se niegan nuevamente. Por eso he rebuscado entre las hojas del poeta, en su experiencia lírica y humana, en ese viejo Biedma que hoy tendría la misma edad de mi padre y que escribió -quizá pensando en ambos- aquello de "morir en paz, los dos, / como dicen que mueren los que han amado mucho". Sólo eso. O acaso todo, más allá de la nada, a salvo del silencio y del olvido.

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